viernes, 1 de febrero de 2013

Logica Ingredientibus - Glosas de Pedro Abelardo a la Isagogé de Porfirio

Fragmentos de texto de la obra: bases exegéticas del problema de los universales planteado desde fines del siglo X; y solución dada por Abelardo a tal cuestión. Omito en estos fragmentos la crítica realizada a las posturas realistas y nominalistas de su época.


Pedro Abelardo (1079-1142)
LOGICA «INGREDIENTIBUS»

Cuestiones planteadas por Porfirio y Boecio.
1.516 Hay tres cuestiones, en decir de Boecio, recónditas y utilísimas y tocadas por no pocos filósofos, pero por pocos resueltas. Es la primera: si los géneros y las especies subsisten, o están sólo en [las mentes], etc.; como si dijese: si existen verdaderamente, o consisten sólo en que se piensa en ellas. La segunda es: caso de que se conceda que verdaderamente existen, si son esencias, corpóreas o incorpóreas. Y la tercera: si están separadas de las cosas sensibles o residen en ellas. Pues existen dos especies de seres incorpóreos: unos pueden perdurar en su incorporeidad, como Dios y el alma; otros no pueden existir fuera de los seres sensibles en los que se hallan, como la línea sin un cuerpo que le sirva de sujeto.

Qué es el universal según Aristóteles y Boecio.
1.518 (...) Boecio recuerda que Aristóteles pensaba que los géneros y especies subsistían tan sólo en los seres sensibles y que se formaba un concepto de ellos fuera (en la mente), y que Platón, en cambio, opinaba que no sólo se los pensaba fuera de las cosas sensibles, sino que también existían fuera de ellas. Y los antiguos de entre ellos, digo, y máxime los peripatéticos, a saber, una parte de esos antiguos; llama Peripatéticos a los dialécticos o a cualesquiera argumentadores... (p.7-8).
1.520 Aristóteles define el universal en el «Perihermeneias»: Lo que tiene aptitud para ser predicado de muchos; y Porfirio, al singular, o sea, al individuo: Lo que se predica de uno solo.
Lo cual parece atribuir el texto tanto a las cosas como a las palabras; a las cosas, el mismo Aristóteles, donde poco antes había dado la definición del universal diciendo: Porque unas de estas cosas son universales; aquéllas, en cambio, singulares. Y llamo universal a lo que tiene aptitud para ser predicado de muchos, y singular, lo que no la tiene, etc. También el mismo Porfirio, al establecer que la especie se compone del género y de la diferencia, los puso como existentes en la naturaleza. De todo lo cual resulta evidente que en el apelativo de universal están comprendidas las cosas mismas.
1.521 También se llama universales a los nombres. Por eso Aristóteles: El género determina la cualidad respecto de la sustancia; pues significa «¿cuál?». Y Boecio, en el libro de las divisiones: Es de suma utilidad-dice-tener en cuenta que el género es una cierta semejanza de muchas especies, que muestra la conveniencia sustancial de todas ellas. Ahora bien, significar o mostrar es propio de las palabras, mientras que de las cosas lo es el ser significadas. Y en otro sitio: La palabra «nombre» se predica de muchos nombres, y viene a ser como la especie conteniendo bajo sí a esos individuos. Pero especie en sentido propio no lo es, ya que el vocablo no es algo sustancial, sino accidental; pero universal lo es sin duda alguna, pues le conviene la definición de universal. De ello se concluye que también los vocablos son universales, a los cuales se les adscribe el ser solamente términos de las proposiciones.
 
Cuál es la referencia del universal en la realidad extramental.
1.544 Una vez asignada la definición, tanto del universal como del singular a los vocablos, investiguemos ahora atentamente la manera de ser de los vocablos universales. Sobre ellos se propusieron varias cuestiones, pues había duda sobre todo de su significación, ya que ni parecen tener alguna cosa a que aplicarse, ni constituir un concepto con algún contenido.
Parecería (en esas cuestiones propuestas) que los nombres universales no se imponían a ninguna cosa, ya que todas las cosas existen distintas en sí, y no convienen en ninguna realidad -como se ha demostrado- en virtud de la cual conveniencia se pudiesen imponer los nombres universales. Siendo, pues, cosa cierta que los nombres universales no se imponen a las cosas en cuanto que son diferentes, ya que entonces no serían comunes, sino singulares, y tampoco que puedan denominarlas o designarlas en cuanto que convienen en alguna realidad, pues no hay ninguna cosa (o realidad) en la que convengan, parece que los universales no adquieren significación sobre las cosas, sobre todo no constituyendo ningún concepto de alguna cosa. De ahí que Boecio, en su libro De divisionibus, dice que el vocablo «hombre» es origen de dudas para el entendimiento, porque, en su sentir, al oírlo el entendimiento se ve arrastrado por un gran oleaje de dudas y cae en muchos errores.
1.545 En efecto, si no especifica el que habla diciendo: «todo hombre anda», o bien «alguien (anda)» y designa a ése, si lo puede, venido el caso, el entendimiento del que oye no sabe a qué atenerse. Pues, como «hombre» ha sido impuesto a cada uno por la misma causa, a saber, porque todos son animal racional mortal, esa misma comunidad impide el que pueda ser entendido alguno en ese nombre, al contrario de lo que sucede con el nombre de «Sócrates», que se entiende la persona de un solo hombre y por eso se le llama singular a ese nombre. En cambio, en el nombre común «hombre», no se entiende en fuerza del vocablo razonablemente ni Sócrates, ni ningún otro hombre, ni toda la colección de los hombres, ni tampoco es notificado por ese nombre, como algunos quieren, Sócrates en cuanto que es hombre. En efecto, aunque sea solo Sócrates el que está sentado en esta casa, y sea para él solo verdadera esta proposición: «Un hombre está sentado en esta casa», en modo alguno el nombre de hombre remite a Sócrates como sujeto de esa proposición, ni siquiera en cuanto que es hombre; de lo contrario, de tal proposición se entendería razonablemente que la sesión le compete (como propiedad), de suerte que se pudiese inferir, del hecho de que un hombre está sentado en esta casa, que es Sócrates el que está sentado en ella. Por igual razón, tampoco se podría entender otro (designado) en ese nombre de «hombre», como ni tampoco toda la colección de los hombres, ya que la proposición puede ser verdadera aun a propósito de uno solo.
1.546 Parece, pues, que el vocablo «hombre», o cualquier otro vocablo universal, no significa nada, ya que no proporciona el concepto de ninguna cosa. Pero tampoco parece pueda ser concepto el que no tiene como objeto cosa alguna que concebir. Por eso, dice Boecio en el Comentario: «Todo concepto o se hace como de sujeto de una cosa como es en sí la cosa, o como no es». Pues no puede hacerse un concepto si no tiene como objeto ninguna cosa. En consecuencia, parece que los universales están totalmente desprovistos de significación.

 Cuál es la causa común que corresponde al universal como vocablo.
1.547 Pero no es así. Porque los universales significan de alguna manera, nombrándolas o designándolas, a cosas diversas, si bien no constituyendo un concepto que surja de ellas, sino uno que pertenezca a cada una de ellas. Así, el vocablo «hombre» nombra o designa a cada uno de los hombres por una causa común, a saber, la de que son hombres, por lo cual se le llama universal, y constituye un cierto concepto común, no propio, y que pertenece a cada uno de ellos, cuya semejanza común concibe.
1.549 Hablemos primero sobre la causa común. Cada uno de los hombres distintos entre sí, difiriendo, como difieren, tanto en sus esencias como en sus formas propias, como ya lo hemos recordado al tratar de la cuestión física, convienen, sin embargo, en que son hombres. No digo que convienen en «el hombre», pues ninguna realidad es «hombre» más que la discreta o singular distinta, sino en el ser hombre. Ahora bien, si recapacitamos bien en ello, el ser hombre no es el hombre, ni realidad alguna, como tampoco el no estar en sujeto es una realidad, ni el no recibir contrariedad y el no ser susceptible de más o menos, aspectos todos, sin embargo, en los que Aristóteles afirma convienen todas las sustancias.
1.550 En efecto, no pudiendo existir conveniencia alguna en una realidad, como se ha demostrado más arriba, la conveniencia que se dé de algunos habrá que entenderla en el sentido de que no es o se trata de alguna realidad, como, por ejemplo, Sócrates y Platón son semejantes en ser hombres, como también convienen el caballo y el asno en no ser hombre, por lo cual de ambos se dice que son no-hombre. Convenir, pues, diversas cosas, es que cada una de ellas es o no es lo mismo (una misma cosa), por ejemplo, hombre, o blanco, o no hombre, o no blanco.
1.551 Pero parece cosa intolerable el que entendamos la conveniencia de las cosas en el sentido de que no es realidad alguna, como si uniésemos en la pura nada las cosas existentes, cuando decimos que éste y aquél convienen en el estado de hombre, es decir, en que son hombres. Pero lo que queremos decir es que ellos son hombres y que en eso no difieren, digo, en que son hombres (en ser hombres), aunque no apelemos a ninguna esencia. Y llamamos estado de hombre al mismo ser hombre, que no es una cosa o una realidad, y de lo que dijimos también que era la causa común de la imposición del nombre a cada uno, en cuanto que convienen entre sí. Muchas veces damos el nombre de causa aun a lo que no es una cosa o realidad, como cuando se dice: «Ha sido azotado porque no quiere ir al foro». «No quiere ir al foro», que se pone como causa, no es ninguna esencia. Podemos también llamar estado de hombre a las cosas mismas puestas (o constituidas) en la naturaleza de hombre, cuya semejanza común concibió el que impuso (o acuñó) el nombre.

Naturaleza del concepto.
1.552 Explicada ya la significación de los universales, que es sobre las cosas, nombrándolas (o designándolas), y declarada la causa de su imposición, hagamos ver ahora qué son los conceptos que tienen por correspondientes (o a que dan lugar).
Y en primer lugar hagamos una caracterización general de la naturaleza de todos los conceptos.
Tanto los sentidos como el entendimiento son facultades del alma, pero hay entre ellos esta diferencia, que los sentidos se ejercen tan sólo por medio de instrumentos corporales, y sólo perciben los cuerpos o lo que hay en ellos, como, por ejemplo, la vista, una torre o sus cualidades visibles. El entendimiento, en cambio, ni necesita instrumento corpóreo, ni tampoco tiene que dirigirse a un cuerpo como objeto, sino que se contenta con la semejanza de la cosa que se fabrica a sí misma la mente, y a la cual dirige la acción de su inteligencia. Por eso, destruida o alejada la torre, desaparece la sensación que la tenía por objeto, mientras que la intelección permanece por la conservación en la mente de la imagen de la cosa. Pero así como el sentido no es la cosa sentida, a la cual se dirige, así tampoco el entendimiento es la forma de la cosa que concibe, sino que el concepto es una cierta acción del alma, en virtud de la cual se dice que entiende, y la forma a la que se dirige es una cosa imaginaria y fingida, que se forja en la mente cuando quiere y cual la quiere, como, por ejemplo, esas ciudades imaginarias que vemos en sueños, o la forma del edificio a construir que el arquitecto concibe, y el ejemplar de la cosa que se va a hacer, a la cual no podemos llamar ni sustancia ni accidente. Algunos, sin embargo, le dan el mismo nombre de concepto, y así la fábrica de la torre, que en ausencia de ésta concibo y la contemplo alta y cuadrada en el campo dilatado, lo llaman concepto de la torre. Con ellos parece estar Aristóteles, que llama a las pasiones del alma que suelen denominarse conceptos, semejanzas de las cosas.
1.553 Pero nosotros llamamos imagen a la semejanza de la cosa. Aunque no hay ninguna dificultad en que se llame también semejanza de alguna manera al intelecto, por concebir lo que en propio sentido se dice semejanza de la cosa. Y de ésta decimos que es algo diverso del intelecto. En efecto, pregunto si esa cuadratura y esa altura es una verdadera forma del intelecto, que se haga semejante a la torre y a su estructura; no hay duda alguna de que la auténtica cuadratura y la auténtica altura no concierne sino a los cuerpos y que con una cualidad imaginada ni el entendimiento ni ninguna verdadera esencia se puede conformar. No queda, pues, sino que, así como la cualidad es imaginada, imaginada sea también la sustancia en que se la finge. Tal vez también aun la misma imagen que aparece a la vista en el espejo se pueda decir con toda verdad que no es nada, ya que en la blanca superficie del espejo aparece con frecuencia la cualidad del color contrario...
1.557 (...) De ahí que los hombres, cuando se trata de cosas que no impresionan sus sentidos, vienen a tener opinión más bien que inteligencia, lo cual sabemos muy bien por la experiencia. Así, cuando pensamos en una ciudad que no hemos visto, al llegar a ella advertimos que nos la habíamos imaginado distinta de lo que es.
1.558 Y asimismo creo que tenemos más bien opinión de las formas intrínsecas que no son objeto de los sentidos, como la racionalidad, la mortalidad, la paternidad, la sesión. Sin embargo, todos los nombres de todas las cosas existentes engendran de por sí inteligencia cierta más que opinión, ya que el que los acuñó lo hizo atendiendo a algunas naturalezas o propiedades de las cosas, aun cuando ni él mismo acertase a pensar bien la naturaleza o propiedad de la cosa en cuestión.

El proceso de abstracción.
También tenemos que poner en claro lo que antes hemos indicado, que los conceptos [de los] universales se hacen por abstracción, y cómo los llamamos solos, desnudos y puros, y, sin embargo, no vacíos.
1.563 Y en primer lugar tratemos de la abstracción. Es de saber que la materia y la forma existen siempre unidas, pero que el alma tiene el poder de considerar ahora sólo la materia, ahora sólo la forma, ahora las dos juntas. Los dos primeros modos de pensar son por abstracción, porque abstraen algún elemento del conjunto, de los que están unidos, para considerar su naturaleza. El tercer grado o modo de pensar es por «conjunción». Por ejemplo, la sustancia de este hombre es cuerpo y animal y hombre, y está revestida de infinitas formas: si la considero en la esencia material de [su] sustancia, dejando a un lado todas las formas, tengo concepto por abstracción. Asimismo cuando considero en ella tan sólo la corporeidad, que [después] uno a la sustancia, también ese concepto, que es «por conjunción» con relación al primero, que se fijaba tan sólo en la naturaleza de la sustancia, se hace por abstracción con relación a las otras formas distintas de la corporeidad, a ninguna de las cuales considero, como es la del ser animado, la sensibilidad, la racionalidad, la blancura.
1.564 Tales conceptos por abstracción podrían parecer falsos o vanos por percibir al objeto de otra manera de como existe. En efecto, como consideran a la materia en sí o a la forma separadamente, y ninguna de ellas existe separadamente, parece cosa clara que conciben a la cosa de otra manera de como es, y que, por lo mismo, son vanos. Pero no es así. Si el pensar la cosa de otro modo de como lo es consiste en considerar en ella una naturaleza o propiedad que no tiene, tal concepto es con toda seguridad vano. Pero en la abstracción no se hace eso.
1.565 En efecto, cuando pienso a esté hombre sólo en su naturaleza de su sustancia o de su cuerpo, y no en la de animal, o de hombre, o de gramático, no pienso sino lo que está en él, pero no considero, no presto atención a todo lo que hay en él. Y cuando digo que me fijo tan sólo en lo que tiene, ese «tan sólo» hace referencia o afecta a la atención, y no al modo de existir de él, pues entonces el concepto sería vano. La cosa, en efecto, no tiene sólo eso, pero sólo se la considera en eso que tiene. Y, sin embargo, se dice en algún sentido que se la entiende de otra manera de lo que es, no, cierto, en otro estado del que tiene, como queda dicho, sino de otra manera, en el sentido de que es otro el modo de entenderla del que tiene de ser. Pues se entiende separadamente esta cosa de otra (si bien no separada de ella), cuando no existe separadamente, y se percibe puramente a la materia y simplemente a la forma, cuando ni aquélla existe puramente ni ésta simplemente, de suerte que tal puridad y simplicidad no se refunden en la cosa, sino en la inteligencia, como modo que es de entender y no de subsistir. Aun los sentidos, por su parte, presentan a los compuestos separadamente, como, por ejemplo, si hay una estatua a medias de oro y a medias de plata, puede considerar separadamente al oro y a la plata que están juntos, mirando ahora al oro, ahora a la plata separadamente, pero no separadas, ya que separados no lo están. Así, el entendimiento o el concepto considera los objetos por la abstracción separadamente, pero no como separados, pues en ese caso sería vano... (P.18-26).
1.566 Hecha esta amplia exposición de la naturaleza de la abstracción, volvamos ahora a los conceptos de los universales, que necesariamente se hacen siempre por abstracción. En efecto, cuando oigo «hombre», o «blancura», o «blanco», no recuerdo en fuerza de ese nombre todas las naturalezas o propiedades que se hallan en las cosas bajo esos nombres, sino que solamente por la palabra «hombre» recuerdo animal racional mortal, ni tengo tampoco la concepción de los accidentes que le son propios, distinta, aunque sí confusa.
1.567 Pues aun los conceptos de los singulares se hacen por abstracción, como cuando se dice: «esta sustancia», «este cuerpo», «este animal», «este hombre», «esta blancura», «este blanco». Por la expresión «este hombre» atiendo sólo a la naturaleza del hombre, bien que en un determinado sujeto, mientras que por «hombre» me fijo en esa misma naturaleza simplemente en sí misma, no en algún hombre determinado. De aquí que con razón se dice que el concepto de los universales es solo (o exclusivo), desnudo 'y puro: solo (o exclusivo), por referencia al sentido, porque no percibe a la cosa como sensible; desnudo, en cuanto que abstrae de las formas, o en su totalidad, o de algunas; puro en su totalidad en cuanto a la determinación, ya que en él no se notifica ninguna cosa, sea materia, sea forma, en el sentido en que más arriba llamamos a esta concepción confusa.

lunes, 28 de enero de 2013

Festividad de Santo Tomás de Aquino

Estimados amigos y colegas,

Hoy es la fiesta de santo Tomás de Aquino, a quien se lo recuerda por su vida ejemplar, pero también para los filósofos y teólogos es un gran ejemplo a seguir. En 1277 algunas de las doctrinas que se enseñaban en los textos de santo Tomás fueron condenadas por el Obispo Tempier. Frente a estas es conocida la anécdota del anciano san Alberto yendo a París en defensa de su discípulo. Pero también se encuentra este texto entre los descargos que me parece que son interesantes para tener presentes hoy.

"Hay gentes a quienes place denunciar como erróneas las opiniones de sus colegas en teología que elaboran nuestra fe y esclarecen a la Iglesia. Precipitación esta que no deja de tener peligro para la fe. El trabajo de los teólogos, gracias al cual avanzamos en los caminos de la verdad, requiere un crítico bienintencionado y libre, no un venenoso detractor. No se debe, por otra parte, imponer uniformidad de opiniones a todos nuestros discípulos, porque nuestra inteligencia no tiene por qué ser docil a la tutela de un hombre, sino solo a la de Cristo. Declarar que se cuentan entre los errores las proposiciones de estos teólogos, es poner la fe en peligro, ligándola a la debilidad e nuestra inteligencia. .... Cállense, pues, tales censores. Si quieren mantener una opinión contraria, háganlo, pero que no juzguen errónea la otra; esto es, a la vez precipitación de juicio y debilidad de espíritu, porque en su orgullo muestran no saber discernir los argumentos decisivos y las razones débiles".  Gil de Roma, Sobre la Física de Aristóteles y tratado de la unidad de las formas. 




Francisco O'Reilly, Ph. D
Director del Área de Formación Humanística
Facultad de Humanidades



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Prudencio de Pena 2514, Montevideo, Uruguay
Tel.: (598 2) 2707 44 61 int. 359
 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Extractos, de "Summa Logicae" de Guillermo de Ockham, sobre naturaleza de los universales

Guillermo de Ockham (1280 aprox.-1349)

Cap. 14

2. El universal como signo natural y como signo convencional.
"Pero hay que saber que el universal es doble: existe cierto universal natural que es signo natural predicable de muchos al modo como el humo es naturalmente signo del fuego, el gemido del enfermo lo es del dolor, y la risa de la alegría interior; y este universal no es sino una intención del alma, de manera que ninguna substancia que existe fuera del alma, ni cualquier accidente que existe fuera del alma, es universal en este sentido. Y de tal universal hablaré en los capítulos siguientes. Existe otro universal por institución voluntaria, y así la voz proferida, que es verdaderamente una cualidad numéricamente una, es universal, porque es un signo voluntariamente instituido para significar muchas cosas. Por donde, así como la voz es llamada común, así puede decirse que es universal; pero esto no lo tiene por su propia naturaleza, sino tan sólo por voluntad de los quelo han determinado".

Cap. 15

3. Lo universal no existe como substancia fuera del alma.
"Y porque no basta exponer estas cosas, sino que también han de ser racionalmente demostradas, aduciré algunas razones en favor de las mismas y las confirmaré por autoridades. En efecto, que ningún universal es una substancia que existe fuera del alma se puede probar evidentemente. Primero, así: ningún universal es una substancia singular y numéricamente una, pues si afirmásemos que lo es, se seguiría que Sócrates sería un universal, porque no existe mayor razón para que sea universal una substancia singular más que otra cualquiera. Por consiguiente, ninguna substancia singular es universal, pues toda substancia es numéricamente una y singular, porque toda cosa es una cosa y no muchas, y pues, es una cosa y no muchas, es una numéricamente, pues esto es lo que todos dicen uno numéricamente.

Pero si una substancia es muchas cosas, o es muchas cosas singulares, o muchas cosas
universales. Si lo primero, se sigue que una substancia sería muchos hombres, y entonces, aunque el universal se distinguiera de un particular, no se distinguiría, sin embargo, de los particulares; y si alguna substancia fuera muchas cosas universales, tomo una de aquellas cosas universales y pregunto: o es muchas cosas, o una y no muchas. Si lo segundo, se sigue que es singular; si lo primero, pregunto si es muchas cosas singulares, o muchas cosas universales; y así se tendría un proceso infinito, o se concedería que ninguna substancia es universal de modo que no sea algo singular.
Igualmente, si lo universal fuera algo existente en las substancias singulares, distinta de ellas, se seguiría que podría existir sin ellas, porque toda cosa anterior a otra naturalmente puede existir sin ella según la potencia divina. Mas el consiguiente es un absurdo, luego, etc.

Igualmente, si esa opinión fuese verdadera, ningún individuo podría ser creado, si algo del individuo preexistiera, porque no recibiría todo su ser de la nada, si el universal que existe en él existió antes en otro. Por lo mismo, se seguiría que Dios no podría aniquilar simplemente a un individuo, si no destruyese a todos los demás individuos, porque si aniquilase a algún individuo destruiría todo lo que existe de esencia de aquel individuo, y, por consiguiente, destruiría también lo universal que existe en él y en los otros, y, por consiguiente, no permanecerían los otros, porque no pueden permanecer sin una parte de su substancia cual es la puesta por aquel universal.

Igualmente, tal universal no puede ser afirmado como siendo algo totalmente fuera de la esencia del individuo, y, por consiguiente, el individuo se compondría de universales, y así el individuo más sería universal que singular.

Asimismo, se sigue que algo de la esencia de Cristo sería miserable y condenado, porque aquella naturaleza común que existe realmente en Cristo y en el condenado sería condenada como en Judas. Mas esto es absurdo, luego....
Otras muchas razones pueden ser aducidas que omito por brevedad" ".

Cap. 15

4. El universal como acto del entendimiento.
"Y, por tanto, hay que conceder simplemente que ningún universal es substancia, de cualquier manera que sea considerado, sino que cualquier universal es una intención del alma que, según una opinión probable, no se distingue del acto de entender. Por donde dicen que la intención por medio de la cual entiendo los hombres, es un signo natural significando al hombre, y de tal manera natural como el gemido es signo de enfermedad o dolor, y es un signo que puede estar puesto, en vez de los hombres, en las proposiciones mentales, como la voz puede estar puesta en vez de las cosas, en las proposiciones vocales. Que, en verdad, el universal sea una intención del alma, suficientemente lo expresa Avicena en Met.5, donde dice: digo, pues, que el universal se dice de tres maneras; pues se dice universal lo que se predica de muchos en acto, como hombre; pero se dice universal a la intención, la cual nada impide opinar que se predique de muchos. Por lo que es evidente que el universal es una intención del alma,
naturalmente apta para ser predicada de muchas cosas. También puede ser esto confirmado por medio de la razón, pues todo universal puede ser predicado de muchos; mas solamente la intención del alma o un signo voluntariamente instituido puede ser predicado de muchos, y no substancia alguna. Luego, solamente la intención del alma, o un signo voluntariamente instituido, es universal. Pero ahora no hablo del signo universal como signo voluntariamente instituido, sino que lo tomo por el que es naturalmente universal. Que la substancia, empero, no puede naturalmente predicarse, es evidente, porque de lo contrario, se seguiría que la proposición se compondría de substancias particulares, y, por consiguiente, el sujeto estaría en Roma y el predicado en Oxford, lo que es absurdo. Asimismo, la proposición está en la mente, o en la voz o palabra, o en el escrito, y así no son substancias particulares.
Consta por tanto que ninguna proposición puede estar compuesta de substancias porque se compone de universales. Por consiguiente, los universales no son substancias en manera alguna".


 Cap. 16

5. El universal sólo existe en el alma y no fuera de ella.
"Aunque sea evidente que el universal no es una substancia que exista fuera del alma en los individuos, realmente distinta de ellos, creen algunos, sin embargo, que el universal existe, en cierto modo, fuera del alma en los individuos, no, ciertamente, distinguiéndose realmente de ellos, sino tan sólo formalmente; en verdad, no forman dos cosas, pero la una no es formalmente la otra. Pero esta opinión parece ser irracional, porque en las criaturas no puede existir distinción alguna fuera del alma, en la forma que sea, a no ser que existan dos cosas distintas. Por consiguiente, si entre una naturaleza y una diferencia se da alguna clase de distinción, es necesario que sean dos cosas realmente distintas. Lo prueba así por un silogismo: tal naturaleza no se distingue
formalmente de aquella naturaleza; esta diferencia individual es distinta formalmente de
esta naturaleza, luego esta diferencia individual no es esta naturaleza. Asimismo, una misma cosa no es común y propia; pero según ellos la diferencia individual es propia y el universal es común. Luego, ningún universal es una misma cosa con la diferencia individual. Asimismo, a una misma cosa no pueden convenir cosas opuestas. Lo común y lo propio son cosas opuestas, luego, la misma cosa no es común y propia, lo que se seguiría, no obstante, de ser la diferencia individual y la naturaleza común una misma cosa. Asimismo, si la naturaleza común se identifica realmente con toda diferencia individual, en dicho caso habría realmente tantas naturalezas comunes como diferencias
individuales, y consecuentemente ninguna sería común, sino propia de cada diferencia con la que se halla realmente identificada. Asimismo, toda cosa se distingue por sí misma y no por otra, de todo aquello de lo que se distingue. Pero una es la humanidad de Sócrates, y otra la de Platón, por consiguiente, se distinguen por sí mismas, no por medio de diferencias añadidas. Asimismo, según Aristóteles, todo lo que se diferencia por medio de la especie, se distingue numéricamente. Ahora bien, la naturaleza del hombre y la del asno, se diferencian específicamente por sí mismos, y, en consecuencia, por sí mismas, cualquiera de ellas es una numéricamente. Asimismo, lo que por ningún poder puede competir a muchos, por ningún poder es predicable de muchos, pero una tal naturaleza, si es realmente idéntica con la diferencia individual, por ninguna potencia puede convenir a otro individuo. Luego por ninguna potencia puede ser predicable de muchos, y, por consiguiente, por ninguna potencia puede ser universal.
Asimismo, tomo esa diferencia individual y esa naturaleza a la que contrae, y pregunto: o entre ellas existe una distinción mayor que la que existe entre dos individuos, o menor. No es mayor, porque no difieren realmente. Tampoco es menor, porque entonces serían de la misma razón como los individuos son de la misma razón, y, por consiguiente, si uno es de sí uno numéricamente, también el otro sería uno numéricamente. Asimismo, pregunto: si la naturaleza es la diferencia individual o no. Si lo es, argumento silogísticamente así: esta diferencia no es distinta formalmente de la diferencia individual; luego la naturaleza no es distinta formalmente de la diferencia individual.
Asimismo, esta diferencia es propia y no común, y esta diferencia individual es la naturaleza; luego la naturaleza es propia y no común. Si se dice que esta diferencia no es la naturaleza, se consigue lo propuesto, pues se sigue que la diferencia individual no es realmente la naturaleza, porque del opuesto del consiguiente se sigue lo opuesto del antecedente arguyendo así: la diferencia individual es realmente la naturaleza; luego la diferencia individual es la naturaleza. La consecuencia es evidente porque de un determinable tomado con una determinación que no le separa ni le disminuye se sigue una buena consecuencia para el determinable tomado en sí mismo. Ahora bien, el realmente no e una determinación que separe o disminuya; por consiguiente existe una buena consecuencia diciendo: la diferencia individual es realmente la naturaleza; luego la diferencia individual es la naturaleza.
Por lo que hay que afirmar que en las criaturas no existe una tal distinción formal, sino que todas las cosas que en las criaturas son distintas, son también cosas distintas, si cada
una de ellas es una verdadera cosa. Por consiguiente, así como en las criaturas nunca
ceben negarse estos modos de argumentación: Esto es A, esto es B; luego B es A, tampoco deben negarse nunca estros otros: esto no es A, esto es B; luego B no es A. Porque siempre que cosas contradictorias se verifican de algunas cosas, dichas cosas son distintas, a no ser que alguna determinación o algún sincategorema sea la causa de una total verificación, lo que en este caso no debe suponerse. Y, por tanto, debemos afirmar con los filósofos que en la substancia particular nada existe enteramente substancial, a no ser la forma particular o la materia particular o algo compuesto de ambos, y por esto no se puede fingir que en Sócrates existe la humanidad y la naturaleza humana distinta en alguna manera de Sócrates, a lo que se añade una diferencia individual que contrae dicha naturaleza, sino que todo lo substancial que sea imaginable que exista en Sócrates, o es la materia particular o la forma particular, o lo compuesto de ambas, y por lo tanto toda esencia y quiddidad y todo lo que es substancial, si existe realmente fuera del alma, o es materia simple y absolutamente o es forma, o lo compuesto de ambos, o una substancia inmaterial separada, según la doctrina de los peripatéticos.

viernes, 19 de octubre de 2012

"Sobre Metafísica/Najat" - Avicena (extractos)

AVICENA, Sobre metafísica: (antología), traducción del árabe, introducción y notas de Miguel Cruz Hernández, Revista de Occidente, Madrid, 1950.

20. La creación1

a) Analogía de la creación. –Toda fuerza puede ser considerada tanto en sí misma como en su relación con aquello que se sigue de ella, habiendo sido engendrado por ella. La relación de todas las cosas secundarias a la primera, en general, es una relación de creación (ibdā‘)2; y así concretamente, la inteligencia posee propiamente la relación de creación. Después, cuando un intermediario se presenta entre ella y dos seres secundarios, se establece una relación de jerarquía en la cual ésta implicaba el alma. A esto sigue otra relación de creación (ḫalq)3; y las cosas elementales, en tanto que son generales y corruptibles, existen por una razón de generación (takwīn)4. La creación (ibdā‘) es propia de la inteligencia, la jerarquía fluye desde ella hasta el alma; la creación (jalq) es propia de los seres físicos y hace subsistir todos dios; y la generación (takwīn) es propia de aquellos seres físicos que son engendrables y corruptibles5.
b) Dependencia de lo creado respecto del Creador. –En la opinión vulgar la dependencia de la cosa que se llama «hecha» respecto de la cosa que se denomina «agente», es tan sólo en el sentido en que el no-filósofo llama «hecho» a lo que se hace y «agente» a quien hace. Este aspecto significa que aquello ha sido creado, fabricado y hecho y que el otro lo hace existir, lo fabrica y lo hace. Y todo esto viene a querer decir que el ser es actualizado para una cosa por otra cosa, después de no haber existido antes el primero.
Pero hay algunos que llegan a afirmar que si fuese posible que el Creador no existiese, ciertamente su no-existencia no perjudicaría a la existencia del universo, ya que el universo sólo tenía necesidad del Creador para pasar del no-ser al ser, de tal modo que El sería Agente sólo por esto. Pero una vez que El ha hecho al mundo y le ha dado la existencia de la nada (‘an al-‘adam)6, ¿cómo podría pasar de nuevo el mundo del no-ser al ser de modo que tuviese necesidad de un agente?
Mas esto no es así de modo alguno; por ello es preciso que analicemos el sentido de nuestra expresión: ha creado, ha fabricado, ha hecho existir. Y así decimos: cuando una cosa ha sido no-existente y después existe –tras de su no existencia– por una cosa cualquiera, decimos que es hecha (maf‘ūl)7; y la cosa que se opone a ésta y por la cual aquella otra existe, la llamamos agente (fā‘il)8. Después, en la idea de acto entra la existencia y el no-ser; la realización de esta existencia tras el no-ser es como un atributo que se da como predicado a esta existencia. Pero el no-ser no depende en modo alguno del agente, ni a título de cosa hecha, ni positivamente, y sólo queda, por tanto, que tenga una dependencia en tanto que esta existencia es, o bien la existencia de lo que no es necesario, o bien la existencia de aquello cuya existencia debe ser precedida del no-ser.
Si pudiese admitirse que aquello que viene precedido del no-ser no fuese necesario por otro –y esto puede admitirse por definición–, no existiría dicha dependencia. Por tanto, es evidente que esta dependencia está causada del otro modo; y como este atributo es predicado constante de los seres causados, no les conviene tan sólo después del principio del ser, sino que esta dependencia existe siempre y lo causado no puede jamás prescindir de su causa.
c) Creación y posibilidad. –Todo lo que comienza a ser (ādiṯ)9 antes de existir ha sido posible, ya que su posibilidad no ha podido ser actualizada. Esta posibilidad es distinta de la acción efectiva del ser que tiene poder sobre lo que tiene un comienzo, y por sí misma no es una cosa inteligible cuyo ser exista fuera de un sujeto de inhesión; antes al contrario, es relativa y precisa de un sujeto. Así, todo ser que tiene un comienzo está precedido por una potencia de ser y por un sujeto. Esta precedencia no es temporal ni local, sino que es una anterioridad o posterioridad esencial que expresa el empezar a ser esencial. Así, si el agente existe en sí y sin embargo no es causa por esencia, la existencia del efecto dependerá de la existencia de otra disposición; si ésta está allí presente –sea una naturaleza, una voluntad decisiva o cualquier otra cosa–, será necesaria la existencia del efecto; pero si no se encuentra allí, será necesaria su no-existencia.
d) Jerarquía de la creación. –En la dependencia esencial de lo creado respecto del creador hay una jerarquía. Hay creación (ibdā‘) cuando de una cosa procede el ser de otra dependiendo únicamente de ella, sin intermedio alguno de materia, instrumento o tiempo; pues lo que es precedido del no-ser temporal no puede prescindir de un intermediario. La creación (ibdā‘) es, por tanto, un más alto grado y que la producción por generación (takwīn) y que la producción temporal (ihdāt)10.
Pero se dice también creación (jalq)11 en dos sentidos. En primer lugar, esto significa adquirir el ser, sea el que fuere. Y también dar la existencia a un ser que se actualiza por la materia y la forma, sea como fuese. Así, se llama creación, en este segundo sentido, a todo acto existente que no haya estado precedido de cualquier ser en potencia, por encontrarse limitado en el ser por la materia y la forma.
En tercer lugar, creación (ihdāt)12 se dice desde dos puntos de vista, uno temporal, otro intemporal. Producción temporal (ihdāt zamānī)13 significa hacer existir una cosa que no había existido en el tiempo que precede; producción intemporal (ihdāt lā zamānī lahu), significa dar el ser a una cosa que no poseía este ser, ni en tal tiempo ni en otro, ni en ningún tiempo14. Pues del mismo modo que la cosa a veces empieza a ser según el tiempo, así también otras veces comienza a Ser según la esencia. Aquello cuyo ser empieza, es lo que llega a ser después de no haber sido; la posterioridad como la anterioridad son, pues, tanto por relación al tiempo como por relación con la esencia. Pues lo que existe por sí precede a lo que no existe por sí; y todo ser causado tenía en sí primero el no-ser y después el ser por una causa. Todo lo que es causado es, por tanto, engendrado (muḥdaṯ)15; es decir, recibe su ser por otro después de haber tenido en su esencia el no ser. Por consiguiente, todo lo causado es por sí mismo engendrado. Y si existiese siempre, por ejemplo, adquiriendo su ser de aquel que lo dona, sería siempre engendrado y tendría una posterioridad esencial en tanto que su ser existía después de no haber sido. Pues su comienzo no tiene lugar solamente en un instante del tiempo, sino que él es «lo que comienza a ser» en todo tiempo y en toda su duración. Así que no puede ser «lo que comienza a ser» después de no haber sido en el tiempo, si no es precedido de la materia de la cual ha tomado su comienzo16.

21. Modo de la creación17
a) Cómo interpreta Avicena la creación según el Alcorán. –¡Alabanza a Dios que hiende la oscuridad de la nada por la luz del ser, y extiende sobre las esencias futuras y las moles de los seres posibles las operaciones del bien por pura generosidad y liberalidad pura! El ha dicho –Aquel cuyo secreto pensamiento es santo–, ha dicho magníficamente: «Digo: yo me refugio cerca del Señor de la Aurora.»18 Este, el que hiende las tinieblas de la nada por la luz del ser, es el Primer Principio, el Ser Necesario por sí. La aurora del ser es uno de los concomitantes de su Bondad absoluta que desborda su esencia concreta individual y es dirigida por e1 destino primero. El primer ser que de El emana es su decreto inmutable en el que no hay mal alguno, salvo lo que se oculta bajo la irradiación de la luz primera, que es el polvo inherente a esta esencia creada de su Esencia. Ciertamente El –¡ensalzado sea!– colocó en primer lugar la expansión, el desbordamiento de la luz del ser sobre las esencias posibles, a pesar del mal inherente a éstas. Y si se pregunta: ¿por qué ha dicho «cerca del Señor de la Aurora» y no «cerca del Dios de la Aurora» o algo de este género? Entonces es preciso responder que es debido a que el Señor es dueño de todo lo que está sometido. Y el que está sometido es el que no puede en modo alguno prescindir de su Señor. Mira al niño que su padre educa. ¿Puede, mientras está sometido, prescindir del que lo enseña? Así, ciertamente las esencias posibles no pueden prescindir en ningún momento de su existencia, ni en ningún estado en que se encuentran, del desbordamiento del Primer Principio19.
b) El Ser Necesario lo es también como Creador. El Principio de todo es una esencia necesaria, pero el Ser Necesario necesita de todo lo que existe a partir de El, pues de otro modo tendría una disposición que no existiría, y de este modo no sería necesario en todos sus aspectos. Si, por el contrario, una disposición nueva fuese colocada, no en su esencia, sino fuera de su esencia –como algunos suponen a la Voluntad–, entonces habría que preguntarse cómo la voluntad se originaría de la esencia. ¿Acaso existe algo por voluntad, por naturaleza o por cualquier otra causa no importa la que sea? Siempre que es colocada una cosa que comienza a ser después de no haber sido, o bien es colocada como nueva en la esencia del Ser Primero, o bien como no-nueva en su esencia; y al contrario, como algo separado de su esencia. Esto nos vuelve a nevar a lo que ya dijimos, pues si comienza en su esencia, El mismo es invariable. Es, por tanto, evidente que el Ser Necesario por sí es necesario bajo todos sus aspectos20.
c) La esencia de Dios es irradiante .Queremos explicar en este capítulo que cada uno de los seres ama el Bien absoluto con amor increado y que el Bien absoluto se manifiesta21 a [todo el] que lo ama, en tanto que los seres reciben su iluminación y se unen a El en grados diversos. La máxima unión22 con El es en verdad la recepción de su iluminación23; quiero decir del modo más perfecto que sea posible. Esta idea es lo que los sufies llaman «unión»24. Y El, a causa de su Bondad superabundante, desea que su iluminación se extienda; pues ciertamente la existencia de todas las cosas es por medio de su iluminación.25
Así, el Bien primero por sí se nos presenta como irradiante para todos los seres; pues si su esencia fuera por sí oculta para todos los seres no se manifestaría a éstos, y ciertamente El no sería conocido y nada de El podría ser dado. Y si su Esencia fuese de este modo por influencia de otro, sería preciso seguramente que El tuviese en su Esencia sublime, por la acción de acoger algo extraño, la influencia de otro, y esto es un absurdo. Por el contrario, su Esencia es per se irradiante, pero a causa de la incapacidad de ciertas esencias para recibir su irradiación está oculto a las miradas. Así, pues, en realidad no hay velo nada más que para los seres velados; el velo es la impotencia, la debilidad, la imperfección; su Irradiación es la realidad de su Esencia, pues El no se manifestaría por sí en su Esencia si en verdad no fuese así. Su esencia generosa, pues, es irradiante, y por esto los filósofos le llaman a veces: «forma de la inteligencia». Pues si el Bien absoluto no se manifestase a lo que es donado por El y si esto no fuese donado, estas no existirían. Ya que si no existiese su irradiación, no habría existencia. De este modo su irradiación es causa de toda existencia26.

d) La irradiación es consecuencia de la Ciencia Divina. –Ya hemos visto, según lo que hemos dicho anteriormente, que el Ser Necesario es Uno por esencia, que no tiene cuerpo ni existe en cuerpo alguno, y que no puede dividirse en modo alguno. Además, todos los seres existen gracias a El y es inadmisible que tenga un principio bajo ningún aspecto ni una causa; ni causa de la que El procediera, ni que El existiera en una causa, ni por una causa, ni para una causa, de tal modo que pudiese existir por causa de algo.
Así, no se puede admitir que el flujo de todas las cosas procede de El por medio de una decisión concebida por EL que fuese semejante a nuestra decisión, de producir todas las cosas y de darles el ser. Pues en este caso El tendería hacia algo que no era El mismo, y esto conduciría a introducir la multiplicidad en 1a esencia. Habría en El entonces algo por lo cual se propondría un fin; esto sería su conocimiento, su ciencia de la necesidad del fin, su buen placer o una cierta bondad existente en El que vendría a exigir esto. Tendría acto seguido el fin y después una utilidad que el fin le conferiría, y esto es absurdo. Por tanto, el fluir del todo no proviene de El por vía de naturaleza, ya que la existencia del todo no procede de El por conocimiento ni por consentimiento. Pero ¿cómo es posible esto si El es una Inteligencia pura que conoce su esencia? Es, por tanto, preciso reconocer que E1 está acompañado de la existencia del todo que procede de El, ya que sólo comprende su esencia como una Inteligencia Pura y un Principio Primero.
Así, pues, sólo conoce la existencia del todo que procede de El, en tanto que El es su principio. Por esto no hay en su esencia obstáculo alguno ni repugnancia a la emanación de todo ser de El. Su esencia conoce que su perfección y su grandeza proceden de aquello que el bien hace proceder de El y que hay en ella uno de los concomitantes de su majestad que es amable a causa de El por sí misma. Toda esencia conoce que emana de ella, sin que ningún impedimento pueda mezclarse ahí; por esto se complace en todo lo que de ella procede. El Ser Primero, por tanto, se complace en el desbordamiento del todo que procede de El.
Sin embargo, la Verdad Primera tiene solamente por acto primero y esencial el conocer su esencia, que es por sí sola principio del orden del bien en el Ser. Pues comprende el orden del bien en el ser del modo que es conveniente que sea; este orden no lo aprehende como una inteligencia que pasa de potencia a acto, ni como una inteligencia que pasa de un inteligible a otro, ya que su esencia está exenta de todo lo que existe en potencia, como antes hemos explicado, sino que lo aprehende, por el contrario, como una inteligencia una, y todo de una sola vez.
De lo que ella conoce del orden del bien en el ser se sigue el que conozca cómo es posible este orden y cómo podrá ser del mejor modo posible, a fin de que de este modo el ser del todo se actualice según las exigencias de lo comprendido por ella. Pues en ella la verdad conocida es ella misma –como ya sabéis–: ciencia, potencia y voluntad. Su acto de intelección es causa de la existencia, según el modo que ha como prendido; y el ser de lo que procede de ella se produce por vía de concomitancia y por consecuencia de su propio ser, como una continuación de su existencia; pero no en el sentido de que su ser existiese a causa de la existencia de otra cosa distinta de ella misma, sino que lo hace todo en el sentido de que ella es el ser de quien desborda toda existencia, de quien procede un flujo que se separa de su esencia27.

22. La procesión de los seres creados.
Cómo se produce la multiplicidad de los seres creados. –El realizarse de todo aquello que procede del Ser Primero tiene lugar por vía de concomitancia, ya que es cierto que el Ser Necesario por sí mismo es necesario en todos sus modos, como acabamos de explicar. Pero es inadmisible que el primero de los seres creados que proceden de El, es decir, de las criaturas, sea múltiple numéricamente o por la división en materia y forma, ya que entonces estaría acompañado de algo que no puede proceder de El por sí solo o por otra cosa. Es, por tanto, evidente que el primero de los seres que proceden de la Causa Primera es uno numéricamente, y que su esencia y su quidditas no existen en materia alguna, ya que ningún cuerpo ni ninguna de las formas que son perfecciones de los cuerpos pueden ser sus efectos más próximos. El Primer Ser Causado es una inteligencia pura, en tanto que es una forma que subsiste sin necesidad de materia; es la Primera de las Inteligencias separadas y parece ser el principio motor del cuerpo mas alejado al incitarlo al deseo.
Es evidente que el Primer Ser Causado no puede ser una forma material, y mucho menos puede ser una materia; por esto es necesario que el primer causado sea una forma radicalmente inmaterial o, mucho mejor, una inteligencia. También sabéis que existen varias inteligencias y varias almas separadas: sería absurdo que su ser fuese adquirido por el intermedio de algo que no fuese separado. Pero también, en el conjunto de los seres que proceden del Ser Primero, hay cuerpos; y bien sabéis que éstos no tienen ningún medio, para proceder del Ser Primero sin intermediario; luego tienen que proceder de El por un intermediario. Igualmente sabéis que el intermediario no puede ser puramente uno, pues ya sabéis que lo que es uno en tanto que es uno sólo puede producir lo uno. Con mayor razón ha de existir este intermediario para los cuerpos de los primeros seres creados a causa de la dualidad que exista necesariamente en ellos, o a causa de cualquier clase de multiplicidad28.
b) Multiplicidad de las inteligencias, almas y esferas celestes. –Así, no puede haber en ellas multiplicidad alguna –en las Inteligencias separadas–, sino del modo que yo lo digo. Esto es: que lo causado sea posible por sí y necesario por el Ser Primero. Es necesario porque es una Inteligencia y porque conoce su esencia y conoce al Ser Primero necesariamente. Es preciso, pues, que exista en ella alguna multiplicidad en el sentido de que comprende su esencia como posible en sí, comprende también que la necesidad de su existencia procede del Ser Primero que es Inteligible por esencia y que, finalmente, comprende al Ser Primero. La multiplicidad que le pertenece no procede del Ser Primero, pues la multiplicidad de su ser es suya por esencia, no a causa del Ser Primero; antes al contrario, es del Ser Primero de quien tiene la necesidad de su ser, pues la multiplicidad procedente de aquello que conoce al Ser Primero y conoce su esencia, es una multip1icidad inherente a la necesidad de su comienzo, en tanto que procede del Ser Primero.


1AVICENA, Sobre metafísica: (antología), pp. 158 – 162.

2Ibdā‘: creación, invención < bada‘: inventar, descubrir, crear; cfr. mubdi‘: creador.

3ḫalq: creación, criaturas < ḫalaq: crear, forjar.

4Takwīn: creación, formación < kanakawn: ser, tener lugar.

5Risālat al-Nirūziya, 137. La Creación se dice en árabe de distintas maneras. Se llama Creación: 1. A la procedencia de una cosa de otra (takwīn); o sea, a la generación. Pero propiamente hablando, esta generación no es una creación, sino una transformación. 2. A la creación propiamente dicha respecto de la inteligencia (ibdā‘); y 3. A la creación propiamente dicha respecto de los seres físicos (Jalq). Jalq es el equivalente del Bara' bíblico; pero a veces ibdā‘ se utiliza también en el mismo sentido. (Nota de M. Cruz)

6Proceder de la nada, se dice en árabe ‘an al-‘adam, que literalmente se corresponde absolutamente con la expresión latina ex nihilo; ‘an, en árabe, tiene el mismo sentido de procedencia y dependencia que el ex latino, y ambos son mucho más rigurosos que nuestra preposición de. (Nota de M. Cruz)

7Maf‘ūl efecto, resultado < fa‘al: hacer, obrar.

8Fā‘il: agente < fa‘al.

9 ḥādiṯ: suceso, caso, accidente, literalmente acción < ḥadaṯ: suceder, acontecer, ocurrir, pasar, acaecer; no confundir con ḥadīṯ: tradición del profeta Mahoma que proviene de ḥaddaṯ: contar, relatar a.

10Ihdāt: creación, producción, elaboración. Isārāt, 147-153. (Texto resumido)

11Jalq se emplea en el Alcorán con el sentido de creación, ex nihilo, como equivalente del bara’ del Génesis. Ahora bien, filosóficamente Avicena reduce su extensión y sólo considera Jalq a la creación mediata y en especial a la creación del ser compuesto de materia y forma (Risālat al-Hudūd, 101). Jalq, sin embargo, cae dentro del concepto de ibdā‘, que engloba también a takwīn. (Nota de M. Cruz)

12Ihdāt, en sentido general, quiere decir comenzar a ser; en un sentido más restringido hay que distinguir en el ihdāt dos aspectos: el temporal y el intemporal. La producción temporal (ihdāt zamānī) quiere decir crear lo que antes no existía; la producción intemporal (ihdāt la zamānī lahu) significa dar el ser a una cosa. (Nota de M. Cruz)

13Zamani: tiempo, época, momento < zamin: sufrir de un mal crónico.

14Risālat al-Hudūd, 101-102. Esta última definición se encuentra en el Kitāb al-ḥudūd (Libro de las Definiciones) de Avicena.

15Muḥdaṯ proviene, como ḥādiṯ, de ḥadaṯ.

16Nachāt, 363-364. Si ahora quisiéramos hacer una jerarquía de los seres por su relación con la creación tendríamos: 1. El Ser Necesario Creador (Muhdit); y 2. Los seres creados (muhdatūn). Y éstos los subdividiríamos por el modo de la Creación: 1. Los seres creados inmediatamente (mubda‘ūn); y 2. Los seres creados mediatamente, que serían mujlūqāt, en cuanto que compuestos de materia y forma eran creados originalmente y mutakawwanūn en cuanto a sus cambios sustanciales. En todos ellos lo que esencialmente hay de común es el recibir el paso del no ser al ser por la esencia del Creador. (Nota de M. Cruz)

17AVICENA, Sobre metafísica: (antología), pp. 163 – 168.

18La sura 113 del Corán ha sido comentada por Avicena, el texto completo de la misma es el siguiente:
¡En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso!
Di: «Me refugio en el Señor del alba
del mal que hacen sus criaturas,
del mal de la oscuridad cuando se extiende,
del mal de las que soplan en los nudos,
del mal envidioso cuando envidia».
بِسْمِ اللهِ الرَّحْمنِ الرَّحِيمِ
قُلْ أَعُوذُ بِرَبِّ الْفَلَقِ
مِن شَرِّ مَا خَلَقَ
وَمِن شَرِّ غَاسِقٍ إِذَا وَقَبَ
وَمِن شَرِّ النَّفَّاثَاتِ فِي الْعُقَدِ
وَمِن شَرِّ حَاسِدٍ إِذَا حَسَدَ

19
Tafsīr al-mu‘awwadat al-‘ūlā. Edt. en la col. Chāmi‘ al-Badā’i‘, edt. Ct., págs. 24-26. La Creación, según Avicena, más que lo que nosotros entendemos tomo tal en sentido cristiano, es una emanación. Sin embargo, el Alcorán, respecto a la Creación, es tan tajante y concluyente como el Génesis. La Creación de que habla el Alcorán es la Creación ex nihilo sui et subjecti (Alcorán, VI, 72: VII, 52: X, 3: XI, 9: XIV, 22: XVI, 3: XXV, 6O; XXIX, 43: XXX, 7: XXXII, 3: XXXV, 17: XXXIX, 7: XLI, 8-11; XLVI, 2: LVII, 4; LXIV, 3). Cfr. La Metafísica de Avicena, páginas 133-137. (Nota de M. Cruz)

20
Sifā’, II, 601.

21
Tajallā según el traductor el ingles.

22
La traducción inglesa agrega: El máximo grado, sin embargo, la capacidad de los últimos para recibir esta [unión] depende manifestación difiere en grado, y así igual la conexión que tienen con Él.

23
Según la traducción inglesa: manifestación en su total realidad.

24
Ittihād, según el traductor ingles.

25
En la traducción española se escinde gran parte del texto desde aquí hasta el último párrafo que se presenta modificado.

26
‘Isq, VII, 87-90. La Creación es un concomitante (lāzim) de la Esencia divina; es un carácter que emana forzosamente de la esencia del Ser Necesario. Ahora bien, ¿cómo se produce esta emanación? El capítulo Acerca de la procesión de todos los seres, lo titula «Fī sudūr al-asyā’, de la emanación de todas las cosas, y se supone que en éstas entrarían también las cosas materiales. Sin embargo, el término emanación, por sí mismo, no obliga necesariamente al panteísmo. Así, Santo Tomás emplea emanatio y processio como términos que encierran la creación y procesión de las personas de la Santísima Trinidad (De Potentia, Q. X, arto 1, in corp.). Igualmente, Sertillanges y otros comentaristas modero nos de Santo Tomás, e incluso el propio Gilson, lo; utilizan para hablar del ser tomándolo de Santo Tomás. (Nota de M. Cruz) la traducción inglesa se encuentra en: IBN SINA, A Treatise on Love, translated by Emil L. Fackenheim, Medieval Studies.

27
Nachāt, 448-450.

28
Idem, 450-453.