Hoy
es la fiesta de santo Tomás de Aquino, a quien se lo recuerda por su
vida ejemplar, pero también para los filósofos y teólogos es un gran
ejemplo a seguir. En 1277 algunas de las doctrinas que se enseñaban en
los textos de santo Tomás fueron condenadas por el Obispo Tempier.
Frente a estas es conocida la anécdota del anciano san Alberto yendo a
París en defensa de su discípulo. Pero también se encuentra este texto
entre los descargos que me parece que son interesantes para tener
presentes hoy.
"Hay
gentes a quienes place denunciar como erróneas las opiniones de sus
colegas en teología que elaboran nuestra fe y esclarecen a la Iglesia.
Precipitación esta que no deja de tener peligro para la fe. El trabajo
de los teólogos, gracias al cual avanzamos en los caminos de la verdad,
requiere un crítico bienintencionado y libre, no un venenoso detractor.
No se debe, por otra parte, imponer uniformidad de opiniones a todos
nuestros discípulos, porque nuestra inteligencia no tiene por qué ser
docil a la tutela de un hombre, sino solo a la de Cristo. Declarar que
se cuentan entre los errores las proposiciones de estos teólogos, es
poner la fe en peligro, ligándola a la debilidad e nuestra inteligencia.
.... Cállense, pues, tales censores. Si quieren mantener una opinión contraria, háganlo, pero que no juzguen errónea la otra; esto es, a la vez precipitación de juicio y debilidad de espíritu, porque en su orgullo muestran no saber discernir los argumentos decisivos y las razones débiles". Gil de Roma, Sobre la Física de Aristóteles y tratado de la unidad de las formas.
Francisco O'Reilly, Ph. D
Director del Área de Formación Humanística
Facultad de Humanidades
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