“LA REVIVIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS RELIGIOSAS” (IHYA-ULUM
AL-DIN)
Primer Cuarto “Actos de Adoración” (Rub’al-‘Ibadat)
Libro I
“Libro del Conocimiento” – Sección VII - Sobre el Intelecto.
Abu Hamid al-Ghazali
(1058-1111)
Sería superfluo demostrar la nobleza del intelecto
(al-‘aql), especialmente porque mediante el mismo, ha sido revelada la nobleza
del conocimiento. El intelecto es origen y fuente del conocimiento, así como su
base. El conocimiento nace a partir de él, como las frutas por el árbol, y la luz
por el sol, y la visión por el ojo. ¿Cómo, entonces, podría, lo que es medio de la felicidad en este mundo y en el
siguiente, no ser noble, o cómo podría ser puesto en duda? Las bestias, a pesar
de su escasa comprensión, respetan al intelecto, por eso las más grandes,
feroces y fuertes entre ellas, le temen al hombre, porque sienten su
superioridad, la cual es resultado de su ingenio. Por esto, el Profeta dijo,
“La posición del jefe (shaykh) en la organización tribal es tal como la del
Profeta entre su gente.”[1]
Sin embargo, ésta no se da por la abundancia de riqueza material del shaykh,
tampoco por su gran personalidad, o su enorme poder, sino más bien por la
riqueza de su experiencia, la cual es fruto de su intelecto (‘aql). Por ello,
puedes ver que los turcos y kurdos, así como los rufianes entre los árabes y
otra gente, a pesar del hecho de que
están muy cerca de las bestias según su forma de vida, instintivamente,
respetan a sus shaykhs. De forma similar, cuando muchos rebeldes entre los
árabes tomaron la decisión de asesinar al Profeta, lo miraron y al ver su noble
semblante, le tuvieron miedo, y desde su rostro brilló sobre ellos la radiante
luz de la profecía, la cual estaba latente en su alma, así como lo estaba su
intelecto.
Para estar seguro que la nobleza del intelecto es
percibida instintivamente, es nuestro propósito, por ello, relatar lo que dice
la tradición y el Corán respecto a su nobleza. Así, vemos que en el Corán, Alá
lo llama luz cuando Él dice, “Alá es la Luz de los Cielos y la Tierra. Su Luz
es como un nicho dentro del cual hay una lámpara –ésta rodeada de una cubierta
de cristal- el cristal, es como si fuera una estrella brillante.”[2]
El conocimiento derivado del mismo es denominado espíritu, revelación, y vida.
Dijo Alá, “Así, enviamos a tí el Espíritu con la revelación, mediante Nuestra
directiva.”[3] Y, también,
“Deberá el muerto, a quien Hemos vivificado, y para quien Hemos ordenado una luz por la
cual pueda caminar entre los hombres, ser como él, cuya semejanza está en la oscuridad, de
la cual no saldrá?”[4]
Además, siempre que Alá menciona luz y oscuridad, quiere significar, de ese
modo, conocimiento e ignorancia respectivamente, como es evidente en Sus
palabras, “Y Él los sacará de la oscuridad hacia la luz.”[5]
(…) El Profeta, también, dijo “Lo primero que Alá creó
fue el intelecto. En su creación, Alá le ordenó diciendo “Ve hacia fuera”, y
salió. Luego, le ordenó diciendo, “Vuelve”, y retornó. Por eso, Alá dijo, “Por
Mi poder y gloria no he creado nada tan reverente hacia Mí que tu mismo. Por ti
tomo, por ti doy, por ti premio, y por ti castigo.”
Puedes preguntar, si el intelecto es un accidente
(‘arad), cómo podría ser creado antes que las demás sustancias, y si es una
esencia (jawhar), cómo podría ser una esencia existente por sí misma y no estar
aislada? Si pudieras responder tales cuestiones, luego deberías saber que esto
pertenece a la ciencia de la revelación (‘ilm al-mukashafah), y que por tanto,
no es apropiado discutirlo desde la ciencia de la religión práctica (‘ilm al-mu’amalah),
la cual es la que actualmente nos interesa.
(…) También, se relata bajo la autoridad de Hadrat
Abu-Sa’id al-Khudri, que el Apóstol de Alá dijo, “Para todo hay un apoyo, y el
apoyo del creyente es su intelecto; en proporción a su intelecto será su
devoción.” (…) También, se relata bajo la autoridad de Hadrat ‘Umar, que un
día, él mismo le preguntó a Tamim al-Dari[6],
“Cuál es la máxima autoridad entre vosotros?” Tamim contestó, “El intelecto.”
Por tanto, ‘Umar dijo, “Tú dices la verdad, le he preguntado lo mismo al
Apóstol de Dios y me dio la misma respuesta diciendo, “Le he preguntado a
Gabriel cuál es la suprema autoridad y respondió, “El intelecto”.”
(…) También, se relata bajo la autoridad de ibn-‘Abbas,
que el Apóstol de Alá dijo, “Para cada cosa hay un instrumento y una
herramienta, y el instrumento del creyente es su intelecto: para cada cosa hay
un pilar, y el pilar del hombre es su intelecto; para cada cosa hay un apoyo, y
el apoyo de la religión es el intelecto; para cada grupo de hombres hay una
meta, y la meta de los fieles es el intelecto; para cada persona hay un
misionero (quien los llama a la fe verdadera), y el misionero del piadoso es el
intelecto; para cada comerciante hay bienes y mercancías, y la mercancía de los
estudiantes es el intelecto; para cada casa hay un guardián, y el guardián de
las casa de los santos es el intelecto; para cada perdición hay una
rehabilitación, y la rehabilitación de la muerte es el intelecto; para cada
hombre hay una descendencia que lleva su nombre y perpetúa su memoria, y la
descendencia de los santos, que lleva sus nombres y perpetua su memoria, son
sus intelectos; y, finalmente, para cada jornada hay un albergue, el albergue
de los creyentes es el intelecto.”
Sobre la verdad acerca
del Intelecto y sus aspectos.
Debe saberse que la gente mantiene desacuerdos en cuanto
a la definición del intelecto y en cuanto a su verdad. Muchos han olvidado que
el término se aplica a varias cosas, hecho que lleva a tal desacuerdo en la
definición del término. La verdad, sin embargo, es que la palabra intelecto
(‘aql) es un término que se usa indistintamente para cuatro significaciones
diferentes, de la misma manera que el término vista se usa para varias
significaciones. En estos casos, por lo tanto, ninguna definición por sí sola
puede esperarse que contenga la variedad de significaciones para tal término.
Por el contrario, puede tener su definición individual.
Primero, significa la cualidad que distingue al hombre de
los demás animales, y lo prepara para entender y comprender las ciencias
teoréticas (nazariyah) y dominar las disciplinas abstractas (fikriyah). Esto
es, exactamente, lo que dijo Al-Harith ibn-Asad al-Muhasibi cuando definió al
intelecto (‘aql) como un instinto (gharizah) mediante el cual las ciencias teoréticas
son comprendidas y entendidas. Es como si se tratara de una luz en el corazón
preparándolo para comprender y entender las cosas. Por lo tanto, el que niega
esto y limita el intelecto, solamente, al conocimiento daruriyah, está en un
error porque quien esté desprevenido de la existencia de estos hechos, tal como
quien estuviera profundamente dormido, en la medida que posee tal instinto, es
denominado inteligente, a pesar que carece del conocimiento de estos hechos. Y,
así como, la vida es instinto por el cual el cuerpo se dispone a llevar a cabo
los movimientos voluntarios (ikhtiyariyah) y responder a la percepción sensible
(idrakat hissiyah), también, el intelecto es instinto por el cual algunos
animales están dispuestos para comprender las ciencias teoréticas. Además, si
fuera concebible considerar al burro idéntico al hombre en cuanto a instintos y
percepción sensible, y se dijera que no hay diferencia entre ellos, a excepción
que Dios, porque así lo quiso, impregnó al hombre con las ciencias, con las
cuales Él no bendijo al burro y a los animales, también sería concebible
considerar a los objetos inanimados como idénticos al burro en su vivir, y
decir que no hay diferencias entre ellos, a excepción de que Dios, porque así
lo quiso, dotó al burro de ciertos movimientos particulares. Pero si el burro
fuera inanimado y sin vida, hubiera sido
necesario decir que cada movimiento que el burro pudiera realizar
debería ser generado en él por Dios en esa secuencia particular. Y, así como,
es necesario decir que el burro, en su movimiento, puede no diferir de los
objetos inanimados, excepto por un instinto característico del mismo expresado
por la palabra vida; entonces, en el caso del hombre en relación con el animal,
él difiere de ellos por su comprensión de las ciencias teoréticas mediante un
instinto que es expresado por la palabra intelecto. Es como el espejo, el cual
se distingue de otros objetos por su habilidad para reflejar imágenes y colores
mediante una cualidad particular propia, a saber, su pulimento. Lo mismo, es
verdadero para el ojo, el cual se distingue de la frente por varias cualidades
y características que le permiten ver. Por consiguiente, la relación de este
instinto (denominado, el intelecto) a las ciencias es similar a la del ojo con la
visión; mientras que la relación del Corán y la ley a este instinto, en la
medida que conduce a la separación de las ciencias, es como la relación de la
luz solar a la vista. De este modo, por lo tanto, debe, este instinto,
definirse y ser entendido.
Segundo, la palabra ‘aql es aplicada al conocimiento, que
comienza a aparecer incluso en la infancia, y discierne la posibilidad de las
cosas posibles (ja’izat) y la imposibilidad de las cosas imposibles
(mustahilat), tal como el conocer que dos es mayor que uno, y que lo individual
no puede ser en dos lugares diferentes al mismo tiempo. Esto es lo que uno de
los escolásticos quiso decir cuando definió la palabra ‘aql como un
conocimiento axiomático (daruriyah), por ejemplo, la posibilidad de las cosas
posibles y la imposibilidad de las cosas imposibles. Esta definición es
correcta, porque este conocimiento existe y la aplicación, al mismo, de la
palabra ‘aql es clara. Lo que es erróneo, sin embargo, es negarlo como
instinto, y mantener que sólo este tipo de conocimiento es el que existe.
En tercer lugar, la palabra ‘aql ha sido aplicada al
conocimiento que se adquiere, con el correr de los acontecimientos, mediante la
experiencia (conocimiento empírico). Así, quien ha sido enseñado por la
experiencia y educado por el tiempo, es, generalmente, llamado, inteligente
(‘aqil), mientras que quien carece de tales calificaciones es llamado, poco
inteligente, estúpido e ignorante. Aquí, por tanto, hay otro tipo de
conocimiento al que se le denomina ‘aql.
En cuarto
lugar, la palabra ‘aql es usada cuando el poder del instinto se desarrolla
hasta el punto que su dueño puede ser capaz de determinar cuál es su fin, y, en
consecuencia, conquistará y dominará el apetito que anhela el placer inmediato.
Cuando tal poder se obtiene, su dueño, en vista del hecho que se embarca en un
acto de entendimiento, o se abstiene de él, solamente, luego de un examen a
fondo de su fin, y no en respuesta a la necesidad del apetito carnal, es
llamado inteligente. Esto, también, está entre las peculiaridades que
distinguen al hombre de los otros animales.
En cuanto a estos cuatro usos de la palabra ‘aql, debe
apuntarse que el primero es la base, origen y fundamento de los otros tres. El
segundo, es la derivación más cercana al primero, mientras que el tercero es un
vástago de ambos, el primero y el segundo combinados, ya que mediante el poder
del instinto y el conocimiento axiomático, las ciencias empíricas son
adquiridas. El cuarto es la fruta y la meta última. Los dos primeros son
naturales (bi-al-tab’), mientras que los dos últimos son adquiridos
(bi-al-iktisab).
(…) No hay lugar a duda, sin embargo, que existe [el
instinto]; de hecho, es el origen de los otros tres, en tanto, todas las formas
de conocimiento son inherentes a él por naturaleza, y sale a la luz cuando
tiene lugar alguna causa que lo provoca. Tal es el caso con el conocimiento en
el que pareciera no haber influencia externa alguna en su aspecto: simplemente,
el mismo está latente en ese instinto y, posteriormente, aparece. Este hecho
puede ilustrarse con el agua que está en las entrañas de la tierra: ella
aparece al excavar y en la acumulación en el fondo del pozo y así puede ser
percibida por los sentidos; sin embargo, a lo largo de toda la operación ningún
elemento nuevo fue introducido.
(…) En otras palabras, cada ser humano ha sido creado y
nace como creyente; aún más, cada ser humano nace con un conocimiento inherente
de la realidad; inherente en el sentido de que está dispuesto para percibir la
realidad. Con la fe instalada, por naturaleza, en el alma, el hombre se ha
separado en dos grupos; uno, se ha alejado de esta fe y ha olvidado todo en
referencia a ella –comprende a los no creyentes; el otro, ha ponderado y
recordado, y tal como quien tiene un testigo y por un momento se le ha
descuidado y olvidado por completo, pero, finalmente, lo ha recordado.
(...) Tal cosa, por lo tanto, no sería traído de los
pelos, denominarla memoria (tadhakkur). Así, la memoria es de dos maneras: la
primera, consiste en recuperar una imagen que ya, una vez, existió en la mente
pero que ha desaparecido, mientras que la otra, consiste en recuperar una
imagen que, por naturaleza (fitrah), es inherente a la mente.
Esto es evidente para quien ejercita su interior, pero se
oculta a quien se da a la ciega imitación y aceptación de las cosas afirmadas
por la autoridad (taqlid) en detrimento de toda investigación y observación
personal. En consecuencia, se verá, a estos hombres, enredados en éstas y otras
palabras, irremediablemente perdidos de toda
interpretación de la memoria (tadhakkur) y confesión de sus almas, y
continuamente imaginando que las tradiciones del Profeta y del Qur’an están
envueltas en contradicciones. Tal actitud, al apoderarse de ellos, puede llevar
a que se las mire con desprecio, creyendo que son totalmente incoherentes. Son
como el ciego que entra a una casa, y, tropezando con algunos vasos, dice,
“¿Por qué no retiran estos vasos del camino y los ponen en su lugar?”. Luego,
se le explica que están en el lugar correcto y que lo que es errónea es su
vista. Esto mismo es cierto para el desorden en la aprehensión, en realidad, es
peor, porque el alma es como el jinete, mientras que el cuerpo representa al
caballo, y la ceguera del jinete es más seria y perjudicial que la ceguera del
caballo. La relación entre aprehensión [percepción interna] y la vista
[percepción externa] es evidente.
Traducido
del inglés por Nicolás Moreira Alaniz, Dep.de Filosofía, IPA, 2013.
Fuente: Nabih Amin Faris, trad., (“The Book of Knowledge,” Islamic Book Service, New Delhi, 1962).