lunes, 16 de febrero de 2015

Problema XVII del Tahafut al-falasifah de Al-Ghazali - Refutación sobre la creencia en la imposibilidad de desviarse del curso natural de los acontecimientos.

El siguiente texto corresponde al problema XVII de la obra escrita por Algacel, "Incoherencia de los Filósofos". Esta obra constituye el aspecto crítico de su pensamiento referente a las tesis sostenidas por los falasifa clásicos: Al Farabi y Avicena. Previamente, en la obra "Postulados de los Filósofos" había transmitido, con intención de objetividad, los sistemas metafísicos de los mismos.

En este problema, Algacel aborda lo relativo a la defensa de la omnipotencia de Dios, y la trascendencia de éste con respecto a la causalidad de los eventos naturales y voluntarios.

Aquí se explicita la controversia vívida entre la ortodoxia sunnita, el pensamiento (o pensamientos) heterodoxo (mu'tazil, ismailita, etc.), y la tradición greco-árabe de los falasifa sobre el alcance de la potencia divina y de las potencias naturales y humanas.


Tahafut al-falasifah (Incoherencia de los Filósofos)
Abu Hammid al-Ghazali (Algacel) 1058-1111

Traducción al inglés: Sabih Ahmad Kamali. Pakistan Philosophical Congress Publication nº3, Lahore, 1963., pp.185-196.
Traducción del inglés al español: Nicolás Moreira Alaniz, Montevideo, 2015.

Problema XVII: Refutación sobre la creencia en la imposibilidad de desviarse del curso natural de los acontecimientos.
            Desde nuestra perspectiva, la conexión entre lo que se cree ser la causa y el efecto no es necesaria. Toma dos cosas cualesquiera. Esto no es Aquello; ni puede Aquello ser Esto. La afirmación de uno no implica la afirmación del otro. La existencia de uno no es necesitada de la existencia del otro; ni su inexistencia por la inexistencia del otro. Toma, por ejemplo, dos cosas cualesquiera, tal como la saciedad de sed y el beber; la satisfacción del hambre y el comer; el arder y el contacto con el fuego; la luz y la salida del sol; la muerte y la separación de la cabeza del tronco; la salud y el empleo de una medicina; la distención de los intestinos y el empleo de un purgante, o cualquier otro tipo de eventos que se observan juntos en el campo de la Medicina, o la Astronomía, o las Artes, o Artesanías [Manufacturas]. Están conectados como resultado del Decreto de Dios (alabado sea Su nombre), el cual precedió a su existencia. Si uno sigue al otro, es porque El los ha creado de esa manera, y no porque la conexión en sí misma sea necesaria e indisoluble. El tiene el poder de crear la satisfacción del hambre sin el comer, o la muerte sin la separación de la cabeza, o incluso el sobrevivir cuando la cabeza ha sido cortada, o cualquier otra cosa entre situaciones conectadas (independientemente de lo que se suponga sea su causa).
            Los filósofos niegan esta posibilidad; además, afirman su imposibilidad. Puesto que la investigación concerniente a estas cosas (las cuales son innumerables) puede ser de una extensión indefinida, consideremos sólo un ejemplo, a saber, la combustión de un trozo de algodón al momento de contactarse con fuego. Admitimos la posibilidad de un  contacto entre ambos y que no resulte en la combustión, así como también admitimos la posibilidad de transformación del algodón en cenizas sin haber entrado en contacto con el fuego. Y ellos reniegan de esta posibilidad.
            Hay tres puntos desde los cuales se debe comenzar la discusión del problema:
            Primero, los oponentes pueden declarar que el fuego por sí solo es agente de la combustión, y lo que es agente por naturaleza (no por opción), no puede abstenerse de realizar lo que es su naturaleza –luego de entrar en contacto con el sujeto que le es receptivo.
            Esto es lo que negamos. Decimos que es Dios quien –mediante la intermediación de ángeles, o directamente- es agente de creación de la negrura en el algodón; de la desintegración de sus partes, y su transformación en una masa humeante o cenizas. El fuego, que es una cosa inanimada, no posee acción. ¿Cómo puede alguien probar que [el fuego] es un agente? El único argumento surge de la observación de la combustión al momento del contacto con fuego. Pero la observación sólo muestra que uno está junto al otro, pero no que es por él y que no tiene otra causa más que él. Tomando otro ejemplo, no puede ser contradicho que la llegada del espíritu y de las facultades motoras y cognitivas por el esperma de los animales no sea un desarrollo de las naturalezas que están constreñidas en el calor y frío y la humedad y la sequedad. Por el acto de procreación, el padre no es agente del hijo; o de la vida, de la vista, de la audición del hijo, u otras cosas que pueda tener. Obviamente, todas estas cosas son vistas como existentes con algunas otras condiciones. Pero, no podemos decir que estas existen por aquellas. Por el contrario, derivan su existencia de Dios –sea directamente, o por intermedio de ángeles a quienes se les confía estos acontecimientos temporales. (Este argumento es válido contra los filósofos que creen en Dios; y son de ellos de quienes nos ocupamos aquí). Entonces, es claro que la existencia con una cosa no prueba que sea por esta misma.
            Ejemplifiquemos. Supongamos un hombre ciego cuyos ojos están enfermos, y que no ha escuchado de nadie la diferencia que hay entre el día y la noche. Si un día su enfermedad es curada, y consecuentemente puede ver colores, él supondrá que el agente de la percepción de las formas de los colores, adquiridas por los ojos, es la apertura de los ojos. Esto no es absolutamente falso en la medida que dada la solvencia de los ojos: y que han sido abiertos: y que la obstrucción ha sido removida: y que el objeto coloreado está frente a él, se sigue que debe ser capaz de ver, y sería incomprensible que no pudiera. Pero, cuando el Sol se oculta, y la atmósfera se oscurece, él adquirirá el conocimiento de que la luz del Sol era la causa de la impresión de los colores en su vista. Por lo tanto, ¿cómo puede, nuestro oponente, ignorar la posibilidad que:
(a)    entre los Principios del Ser deberían haber causas desde las cuales fluyan los eventos temporales que son observados como conectados unos a otros;
(b)   a diferencia de los cuerpos en movimiento, estos eventos temporales no deberían estar sujetos a la destrucción o eliminación por nosotros, y
(c)    que al tener esta capacidad, sólo podríamos aprehender la separabilidad de uno y otro, y en consecuencia entender que su causa está más allá de lo observable?
            Si son fieles a sus principios, los filósofos no pueden evitar tal hipótesis. Y es por esto que los maestros, que hay entre ellos han acordado que estos accidentes y eventos que ocurren al momento del contacto entre cuerpos –o, en general, al momento de relaciones variables entre cuerpos –de hecho emanan del Dador de las Formas –quien es un ángel o ángeles. Aún así, dicen, la impresión de las formas de los colores sobre la vista emana del Dador de las Formas, la salida del sol, el ojo sano y los objetos coloreados son sólo factores preparatorios y contribuyentes para hacer que el sujeto reciba una forma. Y han extendido esta explicación a todo evento temporal. Por lo tanto, se mantiene la refutación a quienes afirman que el fuego es agente de la combustión: o que el pan es agente de la satisfacción del hambre: o que la medicina es agente de la salud, y así para todas otras causas.
            En segundo lugar, podemos discrepar con quien admite que los fenómenos temporales emanan de los Principios de los Temporales, pero cree que:
            La capacidad de recibir formas es derivada de estas causas que son observadas, y existen aquí. La emanación desde los propios Principios se lleva a cabo por medio de la necesidad y la naturaleza. Es tal como la emanación de luz desde el Sol, la cual es involuntaria e inevitable. Y los sujetos respectivos se distinguen uno de otro por sus diferentes capacidades. Por ejemplo, un cuerpo pulido recibe y refleja los rayos del Sol, de manera que otro lugar resplandece por la luz reflejada. Pero un cuerpo sin lustre no recibe los rayos. O el aire no impide que la luz se propague; mientras que una piedra lo impide. O una cosa se ablanda bajo el Sol, mientras otra arde. O el Sol blanquea algo (por ejemplo, las prendas del lavandero), pero oscurece otra cosa (por ejemplo, la cara del lavandero). Entonces, el principio es único, pero los efectos son diversos en cuanto a las diferentes capacidades de los sujetos receptores. De manera similar, los Principios del Ser brindan, en forma incansable y sin retaceos, lo que pueda proceder de ellos; cualquier falla en absoluto debe atribuirse a los recipientes. Siendo así, toda vez que suponemos al fuego con todas sus cualidades, y suponemos dos trozos similares de algodón los cuales son expuestos de la misma forma al fuego, ¿cómo concebiremos que uno de estos debería arder, y el otro no? No hay alternativa para el otro trozo.
            (A partir de esta idea, vienen a descreer la historia de que cuando Abrahán fue arrojado al fuego, no se quemó, a pesar que el fuego continuó siendo fuego. Ellos afirman que eso no pudo suceder, a menos que el fuego debiera estar desprovisto de calor (lo que habría puesto un final al ser del fuego), o sino que la persona de Abrahán o su cuerpo debiera convertirse en una piedra o alguna cosa que pudiera resistir a la influencia del fuego. Y, agregan, ni esto ni aquello es posible).

A esto, nuestra respuesta es doble:
            En primer lugar, diremos: No estamos de acuerdo con que los Principios no actúan por elección, o que Dios no actúan por voluntad. La refutación a esta afirmación de los filósofos ya ha ocupado nuestra atención en el problema de la creación del mundo. Y una vez probado que el Agente crea por Su voluntad la combustión del trozo de algodón al momento del contacto con fuego, la Razón considerará como posible que El pudo no crear la combustión mientras se estaba dando el contacto.


Si se dice:
            Esto podría llevar a que alguien sostenga el más grande de los absurdos. Una vez negado que los efectos, necesariamente, se siguen de las causas, y si se mantiene que un efecto es adscripto a la voluntad del Creador, y que la voluntad en sí misma no tiene ningún rumbo particular bien definido, pero que sus manifestaciones pueden ser variadas y arbitrarias, entonces cada uno podría persuadirse a sí mismo de creer que:
(a)    frente a él, hay bestias feroces; conflagraciones generalizadas; montañas elevadas, y fuerzas hostiles equipadas con armas; y que él no pueda verlas, porque Dios no ha creado en él la visión de estas.
(b)   Alguien que deja un libro en su casa podría volver a hallarlo convertido en un inteligente e ingenioso joven esclavo; o en un animal. O habiendo dejado un joven esclavo en la casa, uno puede volver a hallarlo transformado en un perro. O habiendo dejado cenizas, uno puede hallar almizcle en su lugar. O alguien puede hallar una piedra transformada en oro, u oro [transformado] en piedra. Y preguntado acerca del cambio, puede decir: “Yo no sé lo que hay ahora en la casa. Todo lo que sé es que dejé un libro allí. Tal vez, se haya convertido en un caballo, profanando mi biblioteca con su excremento.” O podría decir: “Dejé una jarra de agua en la casa. Tal vez, se haya transformado en un manzanero.”
            Y todo esto debería ser perfectamente comprensible, ya que Dios es omnipotente, ¡y puede no ser necesario para un caballo el ser procreado, o para a un árbol el crecer de una semilla! Mejor dicho, puede no ser necesario para uno u otro el crecer de alguna cosa. Tal vez, Dios crearía cosas que nunca habían existido antes. Entonces, alguien que ve a un hombre a quien no había visto hasta ahora, podría vacilar en creer si este hombre nació en absoluto. Podría decir: “Puede ser que este hombre fuera una de esas frutas en venta en el mercado. Pero ahora la fruta se ha transformado en un hombre, porque Dios tiene poder sobre todas las cosas, y todas estas transformaciones son posibles. De ahí mi vacilación.”
            Visualizando posibilidades de este tipo, uno podría ir más lejos. Sin embargo, con esto es suficiente.

En respuesta a lo anterior, diremos:
            Si pudieras demostrar que en lo que se refiere a cosas que “pueden existir”, no puede ser creado, para el hombre, un conocimiento de que “estas no existen”, luego, estos absurdos serían inevitables. No tenemos duda en lo referente a las situaciones descriptas por ti. Dios ha creado, para nosotros, el conocimiento de que El no haría estas cosas, sin embargo estas son posibles. Nosotros nunca afirmamos que son necesarias. Solo son posibles –es decir, pueden suceder o no. Es sólo cuando algo posible se repite una y otra vez (a fin de formar la Norma), esto es la ejecución de un rumbo uniforme en conformidad con la Norma en el pasado, que tal cosa queda indeleblemente impresa en nuestras mentes.
            Es posible para un profeta conocer –luego de la manera descripta por los filósofos- que un cierto viajero no volverá mañana. Aunque el retorno es posible, se mantiene que el hecho de que no suceda puede ser conocido. O mira al hombre común. Es sabido que él no conoce nada del Mundo Oculto, y que sin aprendizaje no puede conocer los inteligibles. A pesar de esto, dicen los filósofos que él puede conocer exactamente lo que conoce el profeta, si es que su alma y su intuición adquieren suficiente fortaleza. Pero, los filósofos saben que tal posibilidad nunca ha sucedido. Ahora, si en momentos extraordinarios, Dios rompe la Norma en la causación de que alguna cosa suceda, entonces nuestras cogniciones (que una cierta cosa posible “no suceda”) se deslizarán fuera de nuestros corazones y no serán recreadas por Él. Por eso, no hay nada para prevenirnos de creer que:
(a)    algo puede ser posible, y puede ser una de esas cosas a las cuales se extiende el poder de Dios;
(b)   a pesar de que sea posible, podría haber sido conocido como una regla en el pasado de que Dios no lo haría; y
(c)    Dios puede crear, para nosotros, un conocimiento que Él no lo haría en esta instancia particular.
            Entonces, el criticismo de los filósofos no es nada más que una obstinada manía por criticar.

Nuestra segunda respuesta, la cual nos permitirá deshacernos del criticismo capcioso de los filósofos, es la siguiente:
            Estamos de acuerdo que el fuego es creado de forma que cuando encuentra dos trozos similares de algodón, quemará a ambos, ya que no puede discriminar entre dos cosas similares. Al mismo tiempo, sin embargo, podemos creer que cuando un cierto profeta fue arrojado al fuego, no se quemó –sea porque los atributos del fuego cambiaron, o porque los atributos de la persona del profeta cambiaron. Así, se podría haber originado en el fuego –por Dios, o por los ángeles- un nuevo atributo que confinó su calor en sí mismo, de manera que el calor no fuera comunicado al profeta. Por lo tanto, aunque el fuego retuvo su calor, su forma y su realidad, el efecto del mismo no pasó hacia fuera. O se podría haber originado un atributo nuevo en el cuerpo del profeta, el cual le permitió resistir la influencia del fuego, aunque no haya cesado de estar compuesto de carne y huesos.
            Vemos que alguien que se cubre a sí mismo con amianto y se sienta sobre un horno de fuego, no es afectado por él. Quien no haya observado esto, descreerá del mismo. Por consiguiente, el descreimiento de nuestros oponentes acerca del poder de Dios para proveer al fuego o al cuerpo de una persona con un cierto atributo que le impida la combustión, es como el descreimiento del hombre que no ha observado el amianto y sus efectos. Entre las cosas a las que se extiende el poder de Dios se incluyen hechos misteriosos y maravillosos. No hemos [todavía] observado todos esos misterios y maravillas. ¿Cómo, entonces, puede ser propio de nuestra parte el negar su posibilidad, o categóricamente afirmar su imposibilidad?
            También, de este modo, puede verse la posibilidad de volver de la muerte a la vida, o transformar un bastón en una serpiente. Esto es, que la Materia puede recibir cualquier accidente. El polvo y todos los demás elementos son transformados en plantas. Habiendo sido comidas por animales, las plantas se transforman en sangre. La sangre se vuelve esperma. El esperma fertiliza al útero y desarrolla en su interior un ser viviente. Este es el curso usual de los acontecimientos a través de un largo tiempo. ¿Por qué debería, el oponente, rechazar la creencia de que Dios puede tener el poder para alternar la Materia a través de estas fases y hacerlo en un tiempo más corto del usual? Y  si un tiempo más corto es admisible, no hay obstáculo contra [la admisión] del [período] más corto.
            Entonces, así es como la acción de los procesos naturales puede ser acelerada para producir lo que se denomina milagro del profeta.

Si se dice:
            ¿Esto procede del profeta en sí mismo, o de alguno de los Principios del Ser –a petición del profeta?

Responderemos:
            Cuando ustedes admiten la posibilidad de ocurrencia de lluvias, truenos, y terremotos por el poder del alma del profeta, ¿quieren decir que esto procede del profeta mismo, o por algún otro principio? Responderemos a la pregunta tal como ustedes hacen con nosotros. Es el deber de ambos relacionar esto con Dios –ya sea inmediatamente, o mediante la intermediación de ángeles. Sin embargo, agreguemos, el momento calificado para la ocurrencia del milagro surge sólo cuando la resolución del profeta se dirige a este, y cuando, como un medio para fortalecer el sistema de la Ley Sagrada, su aparición se torna condición específica para el establecimiento del Sistema del Bien. Esto, por lo tanto, lo determinante a favor de la existencia. En sí misma, una cosa es posible: y el Principio es generoso y abundante. No obstante, la emanación desde Él no tiene lugar hasta que la necesidad de la existencia del emanado opera como un determinante, y se torna condición específica para el establecimiento del Sistema del Bien. Y no puede haber tal condición, a no ser que un profeta tenga necesidad de ella para probar su profecía con el fin de llevar a cabo la propagación de Dios.
            Todo esto encaja muy bien en su teoría [la de los filósofos]. De hecho, están obligados a elaborar tales conclusiones ya que han abierto la puerta la condición especial del profeta por medio de una propiedad que es contraria a las cualidades comunes de los hombres. Los grados de esta condición especial no pueden agotarse [tratarse exhaustivamente] mediante la comprensión intelectiva. ¿Por qué debería ser necesario, para alguien que cree en cualquier grado de esta condición especial, el descreer de la afirmación sobre esta cuando ha sido transmitida con la fuerza de un testimonio ininterrumpido, y que encuentra su confirmación en la Ley Sagrada?
            En fin, a partir del hecho:
(a)    que solamente el esperma recibe la forma animal;
(b)   que las facultades animales fluyen en esta desde los ángeles, que son –de acuerdo a los filósofos- los Principios del Ser;
(c)    que el esperma del hombre da nacimiento sólo a un hombre, y el esperma de un caballo sólo a un caballo –ya que el origen de este último a partir de un caballo es más apto para determinar la selección de la forma del caballo, en contraposición a todas las otras formas, por la descendencia que, por lo tanto, puede recibir solamente la forma así determinada. Por la misma razón, la cebada no crece del trigo, ni la manzana de la semilla de la pera;
(d)   que, además, vemos muchas especies de animales que crecen del polvo y no reproducen su especie –p.e., los gusanos. Hay otras especies que crecen del polvo, pero también reproducen su especie –p.e., el ratón, la víbora, y el escorpión, y
(e)    que el crecimiento de estos animales desde el polvo, y sus diferentes capacidades para recibir formas, tienen por causas cosas que están ocultas para nosotros, y son imposible descubrir mediante facultades humanas. Porque sus formas no provienen de los ángeles de una manera frívola o caprichosa. Por lo contrario, sólo tal forma llega al sujeto que es específicamente receptivo a la misma por su propia preparación [la del sujeto]. Y las preparaciones son diferentes y múltiples, y –de acuerdo a los filósofos- sus principios se encuentran en la configuración de las estrellas, y en las diversas relaciones de los cuerpos celestes en el transcurso de su movimiento, es claro que los principios de las preparaciones tienen dentro de sí cosas misteriosas y maravillosas. Por esto, aquellos versados en el arte de los talismanes pueden usar de su conocimiento sobre las propiedades de las sustancias minerales y de las estrellas para procurar combinaciones de los poderes celestiales con las propiedades minerales. Entonces, toman algunas de las figuras terrestres, y mediante la búsqueda de un horóscopo particular para estas, pueden producir cosas misteriosas y maravillosas en el mundo. Por ejemplo, a menudo ahuyentan víboras o escorpiones o bichos de la ciudad, o realizan otro tipo de cosas cuya ciencia talismánica les permite.
                  Viendo que los principios de las preparaciones son innumerables, y que no podemos descubrir sus secretos o agotar su número, ¿de dónde podemos saber que sea imposible que pueda haber ciertas preparaciones en algunos cuerpos que podrían pasar por todas las fases de transformación en un tiempo más corto [que el natural o común], para recibir la forma para la cual están preparados –y así dar lugar a un milagro? Descreer en tal cosa delata una falta de espíritu de parte del incrédulo, y su falta de familiaridad con los Seres Superiores, y su inconsciencia sobre los Secretos de Dios (gloria a Él) en el mundo de los seres creados y la Naturaleza. Quienes observan las maravillas que son reveladas por las ciencias nunca dudarán en admitir la posibilidad del poder de Dios extendido a aquellas cosas que han sido relacionadas a los milagros de los profetas.

Si se dice:
      Estamos de acuerdo contigo que es posible que el poder de Dios se extienda sobre todo. Y tú acuerdas con nosotros que no hay extensión de poder a aquello que es imposible. Ahora, las cosas se dividen en tres clases: (i) aquellas cuya imposibilidad es definitivamente conocida; (ii) aquellas cuya posibilidad es definitivamente conocida; y (iii) aquellas respecto de las cuales el Intelecto está vacilante, sin afirmar su posibilidad ni su imposibilidad. ¿Cuál es tu definición de lo Imposible? Si es la combinación de afirmación y negación sobre la misma cosa, entonces dices que de dos cosas, Esto no es Aquello, ni Aquello es Esto, y por lo tanto, la existencia de uno no presupone la existencia del otro. Además, dices:
(a)    que Dios tiene el poder de crear voluntad sin el conocimiento del objeto de voluntad; o conocimiento sin vida; o
(b)   que Él tiene el poder de causar movimiento en la mano de un hombre muerto, provocando que se siente, que escriba un libro, o ejerza algún otro arte mientras sus ojos están abiertos, y su visión concentrada en lo que está frente a él; y
(c)    que aún así el hombre es incapaz de “ver”, y no tiene vida o poder –porque sus acciones sistemáticas han sido creadas por Dios, causando el movimiento en la mano, y Él mismo dirigiendo.
            Cuando tal cosa es vista como posible, desaparecerá toda distinción entre movimientos voluntarios y espasmódicos. Las acciones no controladas serán indicadores de conocimiento o poder de parte del agente. Además, será razonable mantener que Él tiene el poder de cambiar el Género –p.e., sustancia en accidente; conocimiento en poder; negro en blanco, y sonido en aroma –así como Él tiene el poder de transformar la Materia inorgánica en animal, o una piedra en oro. Y muchas otras absurdidades se seguirían; de hecho, su número sería ilimitado.

La respuesta:
            Nadie tiene poder sobre lo Imposible. Lo que se entiende por Imposible es la afirmación de algo junto con su negación; o la afirmación de un particular junto a la negación de lo general; o la afirmación de ambos junto a la negación de uno. Aquello que no cae bajo estos titulares no es imposible. Y aquello que no es imposible está dentro de lo posible [potencial].
            La combinación de negrura y blancura es imposible; porque por la afirmación de las formas de negrura en un sujeto, entendemos la negación de blancura, y la existencia de negrura. Por lo tanto, si la negación de blancura es comprendida por la afirmación de negrura, entonces la afirmación de blancura junto a su (entendida) negación será imposible.
            No es posible para una persona estar en dos lugares al mismo tiempo. Porque por estar en la casa, entendemos su no estar en la no casa. Entonces, es imposible suponer su estar en la no casa junto a su estar en la casa, lo cual simplemente significa la negación de su ser en la no casa. Igualmente, por voluntad entendemos la búsqueda luego de que algo es conocido. Ahora, si la búsqueda es supuesta, pero el conocimiento no, entonces no habrá voluntad. Porque tal suposición tendrá en sí misma la negación de lo que entendemos por voluntad.
            Tampoco es posible que el conocimiento deba ser creado en la Materia inorgánica. Porque por Materia inorgánica entendemos algo que no tiene cognición. Si la cognición es creada en ella, será imposible denominarla Materia inorgánica en el mismo sentido que la entendemos. Si a pesar de la cognición recién creada, la piedra no conoce, entonces será imposible nombrar como conocimiento está nueva creación la cual no habilita al sujeto para tener cualquiera cognición. Entonces, esta es la razón por la cual la creación de conocimiento en la Materia inorgánica es imposible.
            En cuanto a la transformación del Género, algunos de los Mutakallimunes creen que Dios tiene poder sobre él. Pero nosotros mantenemos que es incomprensible que algo se vuelva otra cosa. Por ejemplo, si la negrura [oscuridad] se vuelve poder, ¿la negrura permanece o no? Si desaparece, no se convierte, sólo desaparece [pasa], y alguna otra cosa comienza a existir. Si todavía [la negrura] existe junto al poder, no se convierte, pero alguna otra cosa se le suma a ésta. Si la negrura se mantiene, y el poder no está allí, entonces no hay devenir en absoluto. Toda entera se mantiene tal como era.
            Cuando decimos que la sangre se convierte en esperma, entendemos que una y la misma Materia ha dejado una forma para asumir otra. Entonces, el resultado final es que una forma desaparece, y otra llega a la existencia, mientras que la Materia se mantiene inmutable a través de formas sucesivas. Nuevamente, cuando decimos que el agua se convierte en aire por causa del calor, entendemos que la Materia, que ha recibido la forma del agua, ahora ha descartado esta forma para recibir otra. Así, la Materia es común; sólo cambian sus atributos. Igualmente, por lo tanto, podemos hablar de que el Bastón se convierte en serpiente, o que el polvo se convierte en animal. Pero, entre la Sustancia y el Accidente no hay Materia común. Tampoco hay Materia común entre la negrura y el poder, o entre otros dos Géneros. Por consiguiente, [se da] la imposibilidad de transformación en estos casos.
            En cuanto al caso en el que Dios causa el movimiento de la mano en un hombre muerto, y lo sitúa en el lugar de un hombre viviente, de manera que pueda sentarse y escribir, mientras el movimiento de la mano resulta en una escritura coherente, debemos decir que en sí mismo no es imposible. Porque atribuimos todos los eventos temporales a la voluntad de Aquel que actúa por voluntad. Pero se ha de rechazar en la medida que es subversivo al transcurso usual de los acontecimientos. Vuestro enunciado, en cuanto que la posibilidad de tal cosa destruirá el valor probatorio del ajuste de una acción como indicador del conocimiento por parte del agente, no es verdadero. Porque el agente es Dios; Él produce el ajuste, y ejecuta la acción –a través del hombre muerto.

            En referencia a vuestro enunciado en cuanto a que se mantiene indistinción entre movimientos voluntarios y espasmódicos, diremos que sabemos de algo así en nosotros mismos. Cuando en nuestro caso, observamos una distinción entre los dos estados, designamos como poder a la causa de esa distinción. Y, luego, concluimos que lo que sucede actualmente es sólo una de las dos cosas posibles –es decir, sea el estado en el que el movimiento es producido por poder, o el estado en el cual es no producido por poder. Entonces, cuando miramos a alguien, y vemos muchos movimientos coherentes, adquirimos el conocimiento de ese poder sobre los movimientos. Ahora, este conocimiento es una de aquellas cogniciones que son creadas por Dios, y dependerá de la continuidad del curso regular de los acontecimientos. Un conocimiento de este tipo sólo puede hablarnos de una de las dos cosas posibles. Pero, como se mostró anteriormente, esto no prueba la imposibilidad de la otra alternativa.

martes, 3 de febrero de 2015

Fragmentos de texto de Proemio de “El Salvador del Error” (Al- Munqid min al-dalal) de Algacel (Abu Hammid al Ghazali)  1058-1111

Trad. Emilio Tornero – Edit. Trotta, Madrid, 2013.



Proemio del citado libro donde Al Ghazali expone sus meditaciones sobre la naturaleza y alcance del conocimiento humano, y el proceso de búsqueda de la Verdad, el cual luego del análisis y crítica exhaustiva de los dogmas imperantes (kalam ortodoxo, fálsafa, misticismo si’í, espiritualismo sufí) concluye la necesidad de transitar un camino coherente entre teoría y práctica, entre saber y vivir, el “degustar” la verdad (a la manera sufí) y no solo inteligirla.
La primera parte, recuerda, en ciertos pasajes, a la duda metódica cartesiana, si bien desde diferentes contextos e intereses, pero con un sentir y profundidad en común. 



No he dejado a ningún esotérico sin querer asomarme a su doctrina, ni a un literalista sin desear conocer el resultado de su creencia, ni a un filósofo sin intentar saber el culmen de su Filosofía, ni a un teólogo sin esforzarme por examinar el límite máximo de su Teología y de su dialéctica, ni a un sufí sin estar ávido de dar con el secreto de su sufismo, ni a un piadoso sin observar qué resulta de sus actos de devoción, ni a un incrédulo negador de Dios sin espiar más allá para apercibirme de los motivos de su osada postura.

La sed por conocer las verdaderas naturalezas de las cosas ha sido mi costumbre y mi hábito desde un principio y desde la flor de mi vida. Ha sido como un instinto y como una predisposición innata puesta por Dios en mi naturaleza, no debida a elección o a industria mía, para que se me desatara el nudo de la imitación ciega y para que se me resquebrajaran las creencias heredadas, y ello en un tiempo todavía cercano a la niñez, pues vi que los niños de los cristianos solo se desarrollan en el seno del cristianismo, los niños de los judíos en el judaísmo y los de los musulmanes en el Islam, y oí la tradición que se narra del Mensajero de Dios que dice: “Todo niño nace en un estado de naturaleza pura, son sus padres los que hacen de él un judío, un cristiano o un zoroastra”.

Por ello mi ánimo me movió a buscar la verdadera naturaleza originaria, la verdad de las creencias que provienen de seguir ciegamente a los padres y maestros y el discernimiento entre estas creencias recibidas cuyos principios son dictados desde fuera del propio individuo y en los que hay divergencias respecto a la distinción entre lo verdadero y lo falso.
Me dije entonces: “Primeramente debo buscar el conocimiento de las verdaderas naturalezas de las cosas, pero para ello es preciso buscar la verdadera naturaleza del conocimiento, ver en qué consiste este”.

Se me presentó entonces como evidente que el conocimiento cierto es aquel en el que se descubre lo conocido de un modo que no deja lugar a dudas, no es compatible con la posibilidad de error ni de ilusión y no puede la mente suponer siquiera tal eventualidad. Al contrario, la seguridad de que no habrá error debe estar unida a la certeza que si alguien desafiara para mostrar el error, por ejemplo, con la conversión de las piedras en oro y del bastón en serpiente, este hecho no debería producir duda ni negación de dicha certeza.
Así, conociendo que diez es más que tres, si alguno me dijere: “No, es al revés, tres es más que diez y como prueba de ello transformaré este bastón en serpiente”, y lo transformase efectivamente siendo yo testigo de tal cosa; no debería dudar, sin embargo, de mi conocimiento por ese motivo y no debería resultar de aquello más que mi admiración ante aquel poder suyo, pero sin dudar en absoluto de lo que conozco. (...)

Escudriñé a continuación mis saberes y me encontré desprovisto de un conocimiento que pudiera ser descrito de esta manera, a no ser relativo a los datos sensibles y a los primeros principios (...)
No obstante, era preciso, en primer lugar, probarlos a estos también para cerciorarme de si mi confianza en los datos sensibles y mi seguridad de estar a salvo de error en los primeros principios era del mismo género que la que tenía anteriormente en las cosas a las que seguí ciegamente (...)
¿Cómo voy a confiar en los datos sensibles cuando el más seguro es el que procede del sentido de la vista y siendo así que esta, cuando contempla una sombra, la ve quieta e inmóvil y juzga que no hay movimiento?. Sin embargo, luego, al cabo de un tiempo, mediante una comprobación visual, reconoce que se ha movido, y que no lo hizo, desde luego, de golpe, sino gradualmente, muy poquito a poco, de manera que la sombra no estuvo nunca en estado de reposo. Igualmente, la vista mira una estrella y la ve pequeña, del tamaño de un dinar, pero las demostraciones geométricas prueban que es de un tamaño mayor que el de la Tierra.
Sobre estos y otros datos sensibles semejantes decide el árbitro del sentido, mas el árbitro de la razón lo declara falso y engañoso de un modo que no admite apelaciones. (...)

Pero los datos sensibles objetaron: “¿Qué garantía tienes de que tu confianza en los primeros principios no sea como la que tenías en los datos sensibles?, pues te fiabas de nosotros, pero vino el árbitro de la razón y nos declaró falsos. (...) Quizá más allá de la percepción de la razón haya otro árbitro que cuando aparezca, declare falso el juicio de la razón de la misma manera que apareció el árbitro de la razón y declaró falso el juicio del sentido... El que esa otra percepción más allá de la razón no haya aparecido no prueba que sea imposible su existencia”.

Me quedé entonces un tiempo sin saber qué responder y el ejemplo del sueño afirmó aún más mi perplejidad, pues me dije: “¿No me veo en sueños dando crédito a una serie de cosas e imaginando situaciones, creyéndolo todo firme y decididamente, sin dudar, y luego cuando despierto, me doy cuenta de que todas aquellas cosas a las que daba crédito no tienen ningún fundamento ni valor? ¿Qué garantía tengo de que todo aquello a lo que doy crédito por medio del sentido o de la razón estando despierto sea verdadero en relación al estado en el que estoy?, pues es posible que me sobrevenga un estado cuya relación a mi estado de vigilia sea como mi vigilia a mi sueño ...”.

Cuando me sobrevinieron estos pensamientos y prendieron en mi alma, intenté poner remedio, pero no me resultó fácil, puesto que no podía rechazarlos si no era recurriendo al raciocinio y no era posible mantener en pie el raciocinio si no era a partir de la combinación de los primeros principios, mas como la probidad de estos no era indiscutible, resultaba imposible, por consiguiente, establecer el raciocinio.

Se agravó, pues, esta enfermedad y pasé cerca de dos meses en un estado de escepticismo, ... hasta que Dios me curó de aquella enfermedad y recobré la salud y el equilibrio volviendo a aceptar los primeros principios en la confianza de que estaban a salvo del error y de que había certeza en ellos.

Este hecho no fue fruto de un raciocinio ordenado ni de un discurso metódico, sino de una luz que Dios puso en mi pecho, luz que es la llave de la mayor parte de los conocimientos. Aquel que cree que el desvelamiento de la verdad se realiza por medio de argumentaciones precisas y exactas anquilosa la inmensa misericordia divina.